-Señor creo que hemos terminado con lo que se nos encomendó,
todos los reactivos han sido reunidos y mezclados, ahora podemos proceder con
el montaje del dispositivo que hará lo que llevamos años esperando, el gen que
hace despertar a los brujos sea exterminado de la faz de la tierra-.
El consejo
que estaba al completo dio el visto bueno para que el dispositivo fuera
ensamblado. Pero no paso ni cinco minutos desde que los miembros del consejo
dieran el visto bueno a los laboratorios donde se realizaban las labores de
montaje cuando estos sufrieron un ataque en toda regla.
Los rebeldes
habían invadido en pocos minutos las instalaciones y habían tomado el control.
Entre las tropas rebeldes que llevaban más de tres siglos asediando al consejo
y suprimiendo metódicamente todos sus pasos se encontraban los brujos, que
desde que Rof había despertado empezaron a aparecer en distintos años y
distintos lugares en los que si no era Rof era Max los recogían y los llevaban más
allá del lugar donde solo los locos tenían la suficiente valentía para
adentrarse, pues después de eso no se los volvía a ver.
El consejo había reinstaurando de nuevo a los Gefjon
indultándolos y dándoles poderes más allá de lo que ellos jama pudieran
imaginar, pues eran la única fuerza de ataque que antaño había acabado con los
brujos.
Pero si había algo que los Gefjon no sabían y aprendieron
rápido, era que en aquella época los brujos habían sido pillados con los
pantalones bajados, pero ahora era una época muy distinta, los brujos habían
sido alertados de antemano y con solo una fuerza de dos individuos al principio
habían ido descubriendo que esos dos individuos no podían ser humanos y que
tenían los poderes y la inteligencia de los dioses.
Ante estos nuevos hechos que ponían trabas a la labor de la erradicación de aquellos que
despertaban como brujos, los Gefjon empezaron a emplear técnicas más
barriobajeras y mundanas para evitar estos despertares, cosa que como hasta ese
momento no habían conseguido, provocando que los brujos que se despertaban
fueran perseguidos y estos grabaran a fuego quienes les habían perseguido,
provocando que una fuerza de dos individuos en diez años fuera de cincuenta, en
cincuenta de un centenar y en un siglo
de medio millar, y que en los tres siglos que habían pasado esta fuerza contara
con un millar de individuos.
Aun los Gefjon y el consejo los superaban en proporción de
diez a uno, pero los brujos con forme iban pasando los siglos eran mucho más
poderosos, como si la naturaleza les diera este extra para enfrentarse a sus
adversarios y que las cosas tomaran otros derroteros, y con ello se llegase al equilibrio.
Pero si algo sabían los brujos era que si eran un millar de
individuos, estos tenían la ventaja de longevidad. La vida del más joven de
ellos se remontaba a dos siglos y la del más viejo a casi un milenio como era
el caso de Max, que junto con su sobrino Rof, eran los artífices de los cambios
que poco a poco se iban realizando en los clanes y que habían separado a los
tres clanes principales en pequeños clanes que apoyaban a los brujos para
conseguir una libertad que con el consejo solo era un espejismo o en clanes que
apoyaban al consejo porque sabían que el poder aún estaba en sus manos y que si
estos ganaban tendrían la carta del triunfo y el poder en sus manos.
Pero según iban las cosas solo había incertidumbre en ambos
bandos y solo algo que más adelante pasaría provocaría que la guerra de los mil
acabara y la historia se volviera a repetir, pero de distinta a forma.