jueves, 28 de noviembre de 2013

La profecía de la señora de los huesos



Sus ojos color miel miraban al horizonte desde que aquella posición privilegiada. Todo lo que abarcaba su vista era un vasto y maravilloso paisaje de colores verdes, grises y azueles.

Su visión se encontró con la maravillosa ciudad de Elencar. Sus torres empezaban a asomarse en el horizonte en forma de mancha negra dejando el claro cielo azul imperfecto.

Minutos después de contemplar aquella maravillosa vista y soñar despierto, reanudo el camino dirección Elencar. Mientras avanzaba, el campo que se extendida ante él era similar a un vasto océano verde en el cual el viento hacía que la hierba se mereciera cómo si de olas de tratasen.


El recorrido desde la colina hasta donde paro para descansar, ya que el crepúsculo estaba llegando a su cenit, lo hizo en un par de horas, y así llegaría a la ciudad antes del mediodía del día siguiente fresco y descansado.


Tras dejar pastar libremente a su caballo y encender una hoguera se dispuso a cenar.  La cena fue lóbrega, constó de una rebanada de pan, queso de oveja, tocino y un poco de cerveza que llevaba en un odre.


La noche ya había caído cuando terminó, encendió una hoguera para contrarrestar la fría brisa que se había levantado al caer el sol. Tras una hora  en la que ordenaba sus pensamientos y  miraba las estrellas se tendió en el suelo y se arropó con la manta que había tendido al lado de la hoguera y el sueño le llego rápidamente.


Solo habían pasado cuatro horas desde que se acostó cuando una sensación extraña se extendió por su relajado cuerpo,  provocando que su respiración tranquila y reposada por un sueño agradable, pasara a una alterada y entrecortada de una pesadilla.


La sensación cada vez se hacía más intensa hasta el punto que hizo que Tsrael despertará sobresaltado.  Se quedó mirando las ascuas de la hoguera que aun desprendían un toque anaranjado durante unos segundos. La sensación habla desparecido,  pero la pesadilla aún se mantenía con claridad cristalina en su mente.
Tras unos minutos en los que calmaba todo su ser como su padre antes de morir le enseñó, intento dormirse de nuevo. Tardó un rato pero aun así lo logro y hasta que el primer rayo de sol no le incidió en la cara no despertó.


El desayuno al igual que la cena constó de una rodaja de pan, queso y unas moras silvestres que había recogido en el bosque del Páramo Nanduriel, cerca de la frontera de los elfos. Al terminar recogió sus pertenencias y las coloco en las alforjas de la su caballo emprendiendo de nuevo la marcha hacia la ciudad.


No tardó más de una hora en llegar a la entrada. Se bajó del caballo y ando hasta situarse enfrente del arco de esta.  La ciudad que desde lejos se veía espléndida, de cerca no era más que un montón de ruinas elfas cómo muchas que había visto por todo el continente de las antiguas y majestuosas ciudades elfas antes de la era oscura.


En el arco Tsrael pudo distinguir la estilizada escritura elfa en la piedra en la que se podía leer Elencar, que era  la antigua capital elfa, antes de que los elfos se trasladaran al bosque de los espíritus, donde se establecerían y anunciarían que allí se encontraría la nueva capital Mithandreloa.


Tsrael desmonto de su caballo y cogiéndole por las riendas atravesaron el arco. Esto provocó una repentina sacudida en toda la espina dorsal del joven, síntoma inequívoco de que el lugar rezumaba magia por los cuatro costados.


Esto ahora lo sabía, pero de pequeño aquellos escalofríos le habían dado más de un quebradero de cabeza ya que los demás creían que cuando le pasaba, alguna desgracia iba acontecer  y por ello muchos le tachaban de pájaro de mal agüero  y lo dejaban de lado marginándolo, hasta que lo mandaron a los sacerdotes para quitarse el muerto de encima tras la muerte de su padre.


Fue gracias a su mentor, un sacerdote del dios Nonnael el que le explico que su afinidad con la magia, energías místicas, divinas y demoníacas, era la más alta que había visto nuca, pero que esa afinidad era simplemente defensiva, y solo podría utilizar la magia de esa forma y no como los demás magos que la podían usar de ambas formas, ofensiva, y defensiva


Según su mentor, era una anomalía que surgía cada miles de años y que aquellos que la habían padecido (hasta que se lo dijeron solo habían sido cinco y ninguno de ellos como Tsrael) habían presenciado cosas que otros jamás llegarían a comprender, realizado actos que solo los eruditos del monte de la calavera habían visto y registrado en sus libros almacenados en su gran biblioteca subterránea. Pero Tsrael solo había hecho una cosa destacable en sus años de vida, ser nombrado maestro espadachín de Nueva Nanaladus, lo que conllevaba obtener la insignia del dragón negro, escudo que llevaban tres maestros más a parte de él.

Y con la convicción esta fue como su mentor crio a Tsrael, ayudándole con la magia para que aprendiera a usarla de la mejor manera que sabía, a la defensiva. Durante los años de entrenamiento y viajes había obtenido el don de ser escurridizo con aquellos hechos que habían marcado una época algo que enfuria a su mentor. Pero como él siempre decía, “no soy yo el que se escabulle de los hechos, son ellos los que se zafan de mi”.


Pero este evento no podría zafarse de él, ni él podría escabullirse, había sido marcado como su entrenamiento en la escuela de Nueva Nanaladus o el encuentro con la anciana nada más llegar Nueva Nanaladus,  ya que todo en él le indicaba que debía estar allí en ese mismo momento.


A paso tranquilo avanzaba por lo que parecía ser la avenida principal, hacia el norte desde su posición. Seguía andando aun cuando las calles se cruzaban entre ellas como si algo lo dirigiera en la dirección en la que estaba.


Unas horas después de recorrer toda la avenida principal que le llevo a las escaleras de lo que parecía ser un palacio, sino fuera por los agujeros en el techo, las torres derruidas por la mitad, y la muralla y demás paredes conquistadas por el verdor de las trepadoras.


Dejo a su caballo atado a un poste mientras el subía por las escaleras. Una vez arriba las puertas de un gris plateado con decorados dorados sucios por el paso de los siglos, se interponía en su camino.


La presión y la sensación de agobio en aquella parte se hicieron casi insoportable, pero como si no fuera dueño de su cuerpo alzo la mano hacia la gran puerta gris y con un sonido chirriante y ensordecedor esta empezó a abrirse como si dos gigantes fantasmales empujaran las hojas de las puertas y forzaran al mecanismo de apertura a girar en sentido contrario al que debería girar. 

Tras unos minutos en los que Tsrael solo pedía que acabara aquel incordio sonido, las puertas estaban abiertas a los cuatro vientos, y un olor a moho, cerrado, y humedad que por fin era libre salía de aquellas ruinas en su dirección.

Siguió avanzando hasta que la luz del sol ya no era capaz de seguir alumbrado debido a que el ángulo del sol no se lo permitía. La frontera que separaba luz y oscuridad estaba a pocos centímetros de los pies de Tsrael, y en ese momento algo entro en contacto con su mente.

Sentía como escarbaban en su cerebro, mirando con ojo escrutador, recorriendo cada palmo, centímetro, milímetro de él, pero Tsrael que había dominado el combate mental entre magos, solo dejo que su visitante viera unos segundos, ya que las defensas de Tsrael se activaron al caer en aquella invasión de su intimidad.

Esto desconcertó a su agresor, que se retiró y no le quedo más remido que dar la cara. Desde lo más profundo de aquella oscuridad algo empezó a rebullir y agitarse, como si se desperezara tras un largo sueño.

Tras unos segundos, ante él tenía un gran ojo rojo con una pupila verde alargada que lo miraba de arriba abajo. Y unas volutas de humo ascendieron hasta el techo, dejando el lugar impregnado con el olor a sulfuro. El miedo empezó a recorrer todo su cuerpo y dejarlo paralizado como una estatua y cuando eso pasaba su cinismo aumentaba considerablemente.

-Bien, parece que he encontrado un pequeño lagarto aquí-. La mente del dragón entro de nuevo en contacto con la suya. - Así que pequeño lagarto, ¿eh? ¿Qué hace un espécimen como tú por aquí?-Pregunto curioso el dragón.

-Nada solo de paseo, me parecía interesante la ciudad y quería presumir ante mis amigos del pueblo. -Tsrael sudaba copiosamente aun siendo el ambiente fresco, y de vez en cuando la ligera brisa le provocaba pequeños escalofríos que le recorrían la espalda.

-Bueno pues creo que poco podrás presumir ante tus amigos, porque si de algo se, y créeme muchos lo han descubierto, es que adoro a los presumidos, tienen un sabor muy rico. – El tono mental del dragón se ensombreció un poco - Por lo tanto dime que es lo que realmente te ha llevado hasta aquí, porque llevo sintiéndote desde hace unos cuantos kilómetros y no he sentido en ti el afán de los ladrones y no los asesinos de mi especie, por lo que mi curiosidad se ha impuesto a mi estómago-.

Tsrael se había quedado un tanto cerúleo,  y el estómago le daba punzadas del miedo. -En realidad... - Y en ese momento paro de hablar y abrió parte de su mente al dragón, ya que sería más rápido que lo viera de sus recuerdos que contarle toda la historia.

Los dos mantuvieron un silencio sepulcral durante largos minutos en los que el dragón veía y comprendía todo lo que había llevado a Tsrael allí. -Bien no logro entender del todo el asunto.- El dragón hizo una pausa antes de continuar-.  Es más he visto algo que no había visto desde hace tres siglos-. Tsrael se tomó el comentario de los tres siglos como un chiste. - Venga ya no creerás que me creería que tienes 300 años. Eres un tanto gracioso-. El dragón negro se río del comentario aunque las dos filas de dientes cómo cuchillas del dragón hicieron que Tsrael tragara saliva ante la grotesca visión.

-No,  en realidad tengo setecientos cincuenta años, y he de decirte que la tercera señal de aquella profecía se ha cumplido y hoy acabará tu vida.- En ese momento la mente de Tsrael se llenó de recuerdos.

Sus recuerdos lo llevaron a la ciudad de Nueva Nanaladus donde había llegado un mes después de que su mentor le dijera que ya no podía enseñarle más y que el resto debía aprenderlo por sí solo.

Nada más entrar a la ciudad el caos y ruido hicieron que Tsrael se desorientara, y descentrara, ya que siempre había vivido en la tranquilidad del monasterio dedicado a Nonnael. Esto provoco que callejeara hasta dar a un lugar con un jardín claro y luminoso donde un par de ancianos estaban sentados dando de comer a las palomas, un elfo se deleitaba con aquel lugar, unos humanos con túnicas leían y recitaban pasajes de los libros que leían y una mujer entrada en el último suspiro de la vida jugueteaba con unos huesos.

Aquella anciana nada más verlo tiro los huesos, como hacía con todos, lo único diferente era que no se molestaba en decir que veían en ellos al resto de personas, pero con Tsrael era diferente, ya que su destino y camino estaban anclados a tres sucesos.

La anciana hablo sin previo aviso – Tres hechos importantes te guiaran en tu vida, el primero está cumpliéndose ahora, y es que me has conocido, el segundo serás nombrado el cuarto dragón negro, y el ultimo tu vida como Tsrael acabara.-

Tsrael que anonadado porque la anciana supiera su nombre no pudo más que preguntar - ¿Cómo es que sabes mi nombre? – Expectante espero la respuesta de la mujer – Me lo han dicho los huesos de dragón, tu nombre está escrito en la corriente y como tal eso no es ningún misterio para alguien que puede observar la corriente.-Tsrael que empezaba a pensar que la mujer estaba loca, así que la dejo sola y se encamino a su destino, la academia de Nueva Nanaladus para alistarse en el ejército, aunque no sabía si su procedencia le impediría acceder.

Sus dudas se disiparon y durante diez años fue instruido y nombrado cuarto maestro del dragón negro, aquí fue cuando Tsrael empezó a sentir que la anciana pudiera no estar  loca del todo, por lo que empezó a vagar sin rumbo por el mundo intentando evitar en todo lo posible que la tercera señal se cumpliera, pero parece que no fue así.

-Así que a esto se refería la anciana con lo que la vida como Tsrael acabara. – Abatido y aceptando la muerte no pudo más que mirar al gran ojo rojo y decirle – espero que te cree acidez de estómago o malestar – y se dejó arrastrar por la corriente.

Los minutos pasaron y viendo que no había pasado nada y que todo estaba en silencio miro al dragón – ¿Que pasa no me vas a comer?- El dragón respondió negativamente- No polluelo, tu y yo estamos entrelazados en la corriente,  como la criatura mágica que soy puedo ver de vez en cuando dicha corriente y he visto que nuestras vidas se han unido en cuanto cruzaste la puerta de Elencar y solo los dioses sabrán cuando nos separaremos-.

Tsrael que no entendía nada volvió a preguntar, ya que parecía ser que su vida continuaría y su curiosidad podía más en ese instante que cualquier otro asunto. – Una cosa, si nuestras vidas están unidas y por ello no me vas a comer, entonces la anciana se equivocó en su predicción y mi vida como Tsrael no acabara, ¿verdad? – La respuesta del dragón fue casi inmediata. – No del todo, tu vida como Tsrael acabara ya que como está estipulado,  yo Iohikäärme lo haré, pero antes debes pasar la prueba que todo ser de dos piernas ha de pasar.

Iohikäärme se quedo en silencio unos instantes, como si meditara y tras unos segundos de incertidumbre por parte de Tsarel, lo volvió a mirar con una suficiencia notoria. –Ya se que debemos hacer polluelo - Iohikäärme le explico que debían vincularse, que así lo había visto en la corriente y le explico como debía llevarse a cabo el vinculo, y la prueba que debía pasar. Si pasaba la batalla que debían mantener serian compañeros, sino el aspirante quedaría convertido en vegetal y su vida acabaría.

Sin mucha opción Tsrael acepto y ambos entablaron la batalla mental. Tsrael que había sido el único que había salido invicto de sus batallas mentales con los monjes de Nonnael le estaba costando horrores abrirse camino en aquella inmensa e infinita mente llena de barreras. Pero aun así logro llegar hasta la cuarta barrera de la mente de Iohikäärme, lo que provoco que el dragón se sintiera emocionado y nostálgico ante tal hazaña.

Pero no podía demostrar ni dejar ver ese asombro y como si de una pluma se tratara Iohikäärme coloco ocho barreras inexpugnables y  expulso a Tsrael de su mente dejandole con cara de idiota porque sabia que aun no había acabo la contienda y pareciera que el dragón había hecho eso porque estaba a punto de perder.

-Eso es trampa no puedes hacer eso porque vayas perdiendo – el tono de Tsrael tenia un toque de frustración y enfado- No lo he hecho porque fuera perdiendo, lo he hecho porque has sido el único que en quinientos años que traspasado mi cuarta barrera simple.

Tras aquella explicación y ver el rostro de satisfacción de Tsrael, Iohikäärme le explico que a partir de ahora serian compañeros hasta que uno de los dos muriera, y el dragón estaba ansioso por formalo con Tsrael ya que solo había entablado el vinculo con humanos y elfos, nunca con un mestizo.

Tras realizar el vinculo dos pendientes con una obsidiana negra y forma de espina aparecieron entre ambos. –Esto es el símbolo de que ahora tu compañero es un dragón y de que eres capaz de invocare en cualquier lugar y momento. Ademas a través de ellos podremos comunicarnos aun estando alejados el uno del otro.- Tsrael se puso los pendientes y en aquel mismo instante sintió en todo momento la presencia de Iohikäärme y su vinculo psíquico fue establecido.

-Ahora seras conocido como Ratsastaja Tsrael y de ti dependerá que ciudades, naciones, o incluso razas vivan o mueran, porque al ser un Ratsastaja has obtenido el poder de un  dragon, y podras usarlo cuando y como te plazca ya que el vinculo es irrompible hasta la muerte de uno de los dos, así que utiliza tu poder con sabiduría y humildad, es la única condición que te pondré para no arrancarte los ojos-.

Y desde ese mismo momento Tsrael cumplió la tercera señal que la señora de los huesos de dragón predijo. Tsrael Miekka dejo de existir para dar lugar a Ratsastaja Tsrael cuya historia acaba de empezar.

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