sábado, 9 de noviembre de 2013

Las Runas II



Tras varias horas inconsciente los ojos empezaron a abrirse poco a poco, como cuando estas aun pugnado con el sueño en ese guerra invisible que solo el cerebro consciente consigue ganar. Tras un par de parpadeos para eliminar el dolor de la luz en los ojos, se percató de los perfectos y sensuales pechos que tenía delante de sus ojos.

Volvió a cerrar los ojos creyendo que estaba dormido aun, pero no paso ni un segundo cuando de repente se levantó como un resorte y andado a lo cangrejo con las manos y el culo en la tierra se alejó de la bella dama que tenia de frente.

La miro por unos instantes y fue entonces cuando su cerebro consciente se percató de todo lo que había pasado.

-Lo siento su divinidad personificada, no quería molestarla en su templo, pero el maestro Promos me obligo, es más creo que era una broma, así que no me mate por favor.- El joven Galadrais estaba sollozando mientras decía estas palabras por el temor de que su vida fuera a acabar pronto con las manos en modo protector con la cara.

Ambos se quedaron mirándose unos minutos, uno entre una cortina de lágrimas y la otra con una sonrisa inocente tanto en los labios como en los ojos.

-O no te preocupes ahora me perteneces y como hace mucho tiempo que no tengo algo que manejar, no te matare rápido. –La voz de la diosa era melodía en los oídos del joven, pero lo de matar le había sonado horriblemente sincero y eso es lo que más temía, además de que le recordó el dicho que sus amigos del templo habían dicho una y otra vez “la brutalidad de la belleza”.

Galadrais se iba recomponiendo poco a poco y la diosa lo miraba de forma picara. Esto asustaba a Galadrais porque era la primera vez en su vida que estaba en presencia de una diosa y no sabía que decir o que hacer.

-Bueno Galadrais, lo primero que debes hacer es dejar de pensar tan alto, recuerda que yo puedo leer todos los pensamientos, después de eso tendremos que formalizar el contrato que hemos establecido tu y yo, y por ultimo me contaras todo  lo relacionado con tu vida, que me da ahora mismo pereza rebuscar en tus recuerdos. Ah y no te puedes negar a realizar el contrato. -El joven Galadrais que en ese momento se había quedado petrificado reacciono. – Por su puesto su divina señora, haré todo lo que desee sea cual sea el precio a pagar. –Galadrais trago saliva en un gesto instintivo.

Como había dicho la diosa, Galadrais se centró en lo que era el presente y dejo de pensar tanto en todo lo que podía acontecer. Después de eso la diosa invoco un círculo mágico en el cual vertió un poco de su sangre divina, y le insto a Galadrais a que hiciera lo mismo. Pero este un tanto preocupado por lo que podría pasar era reticente. – Por el amor del cielo quieres cortarte un dedo y dejar que caiga un par de gotas de tu sangre, no te va a pasar nada, recuerda que ya hemos sellado el contrato al despertarme solo lo estamos haciendo oficial-.

Galadrais tembloroso vertió un par de gotas y el circulo refuljo una luz roja-azulada.- “Maldito Promos, esto seguro que es para el bien de la escuela de magos de poniente” – Pensó Galadraisque aún no acostumbrado a ocultar sus pensamientos la diosa los leyó como si tuviera delante en una hoja de papel. – En eso llevas toda la razón polluelo, este contrato me vincula a ti, que como estas vinculado a la escuela de magia de poniente indirectamente me vincula a ellos, pero claro esta solo haré lo que yo quiera, y tú cumplirás con mis deseos-.

Su esbelta figura, su pose sensual, sus curvas marcadas bajo la túnica de seda, en resumen todo su cuerpo dejaba a Galadrais a su merced, lo que provocaba que Galadrais disputara una guerra en su cerebro para ocultar lo que realmente estaba deseando hacer.

Tras formalizar el contrato, la diosa se dirigió a  Galadrais - Bien pichón, dime que ha sido de tu vida hasta que me encontraste. –La diosa se sentó en una roca plana que estaba enterrada en la tierra y espero a que Galadrais le contara su historia.

Antes de empezar me gustaría saber, claro está si su divinidad quiere, su nombre. – La diosa sonrió inocentemente- Claro, como no, me puedes llamar Mur o Muret, sinceramente prefiero Mur, Muret suena demasiado formal y es un tanto sosaina, y hace mucho que nadie me llama así. – Galadrais asintió. –Está bien su divinidad Mur, mi vida es simple, nací en casa de una familia noble, a los cinco años vieron que tenía un talento innato para  manejar la magia rúnica, que en este mundo como sabréis es el arte más complicado y solo unos pocos tienen un conocimiento a nivel práctico elevando. Mis padres me pusieron un tutor personal para que aprendiera mejor los conceptos y entrara ya un poco más avanzado en la materia en la escuela de magia de poniente. Desde hace diez años de mis veinte de vida solo estudio magia rúnica, y como sabéis eso es un poco aburrido así que aunque estoy aun verde en cuanto a la lectura y memorización de runas, soy capaz de estar al nivel de un estudiante que lleve cinco años más que yo, por eso Promos me envió a estas ruinas para ver si era capaz de entrar en ellas, y te juro Mur que por los dioses que lo pagara. – Galadrias se puso rojo de la vergüenza por tutearla - Me tiene manía eso es todo su divinidad. –

Mientras Galadrais relataba lo esencial de su vida Mur inspeccionaba sus recuerdos, que surgían en la mente del joven mientras contaba su historia, muchos de esos recuerdos de la vida de Galadrais hicieron que la diosa se encariñara más con el joven, ya que al igual que ella, la personalidad de Galadrais era, picara, vaga y lasciva.

Galadrais, creo que tú y yo nos vamos a llevar muy bien. Lo primero que hemos de hacer es que dejes de llamarme su divinidad, parece como si estuvieras hablando con una reina o algo así, y me molesta mucho que me comparen con algunas de esas. Después nos presentaremos ante los ancianos de tu escuela, es la ley y aunque yo sea la diosa de la Muer … – se paró en seco porque no quería aun revelar que su campo de acción era la muerte y el más allá.- digo la diosa Mur, que siempre me voy por las ramas, tenemos que seguir las reglas que padre nos impuso. Así que si estas recuperado vamos marchando además, esta túnica está empezando hacer que me sienta una mujer poco respetada, y quiero cambiarme de ropa.

Galadrais asintió a Mur emprendieron el camino de vuelta a la escuela de poniente donde tendrían que hablar con los cinco ancianos (uno por cada rama mágica que se practicaba) que dirigían la escuela.

El viaje de vuelta fue un poco más ameno que el de ida y en una semana llegaron a Clorzan, la cuidad donde habían establecido la escuela de magia de poniente.

Cuando llegaron a la ciudad el crepúsculo ya caía en la zona, Galadrais junto con Mur se dirigieron a la casa de este donde descansarían para presentarse al día siguiente ante los ancianos.

La cena fue la mejor cena que había probado en toda una semana y se llenó la panza a no poder más, Mur aunque era un dios, y supuestamente los dioses no comían o ese pensaba Galadrais, también comió copiosamente hasta quedar satisfecha.

Galadrias sorprendido por tal hecho se quedó mirando fijamente a Mur. – ¿Que tengo algún mono, gusano, perro o derivado en la cara? – Mientras esperaba algún tipo de comentario o acción de Galadrias,  Mur se sacaba un trozo de carne de uno de sus dientes blancos como perlas.

No, que va, solo que me sorprende que vuestra divin…, perdón, que comas como un simple mortal – Galadrais nervioso, miraba a Mur con expectación, la cual al verlo se echó a reír, y cuando se calmó contesto- . Si normalmente no necesitamos comer pero al hacer un pacto con un humano o de cualquier otra raza, debemos alimentarnos como ellos, ya que la sangre que se junta en el círculo vincula a ambos hasta que el vinculado muere, o se ha cumplido la regla. – Y anticipándose a Galadrais, Mur sentencio,- dicha regla aun no es necesario que la conozcas, aún.-

Tras esa pequeña explicación la cena transcurrió en el más absoluto silencio, y tras acabar se fueron a descansar, ya que lo acaecido en aquella semana había sido más de lo que Galadrais podía soportar por ese periodo de tiempo, pero aún le faltaba lo más importante por saber y eso sí que lo dejaría perplejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario