Tras varias horas inconsciente los ojos empezaron a abrirse
poco a poco, como cuando estas aun pugnado con el sueño en ese guerra invisible
que solo el cerebro consciente consigue ganar. Tras un par de parpadeos para
eliminar el dolor de la luz en los ojos, se percató de los perfectos y
sensuales pechos que tenía delante de sus ojos.
Volvió a cerrar los ojos creyendo que estaba dormido aun,
pero no paso ni un segundo cuando de repente se levantó como un resorte y
andado a lo cangrejo con las manos y el culo en la tierra se alejó de la bella
dama que tenia de frente.
La miro por unos instantes y fue entonces cuando su cerebro
consciente se percató de todo lo que había pasado.
-Lo siento su divinidad personificada, no quería molestarla
en su templo, pero el maestro Promos me obligo, es más creo que era una broma,
así que no me mate por favor.- El joven Galadrais estaba sollozando mientras
decía estas palabras por el temor de que su vida fuera a acabar pronto con las
manos en modo protector con la cara.
Ambos se quedaron mirándose unos minutos, uno entre una
cortina de lágrimas y la otra con una sonrisa inocente tanto en los labios como
en los ojos.
-O no te preocupes ahora me perteneces y como hace mucho
tiempo que no tengo algo que manejar, no te matare rápido. –La voz de la diosa
era melodía en los oídos del joven, pero lo de matar le había sonado
horriblemente sincero y eso es lo que más temía, además de que le recordó el
dicho que sus amigos del templo habían dicho una y otra vez “la brutalidad de
la belleza”.
Galadrais se iba recomponiendo poco a poco y la diosa lo
miraba de forma picara. Esto asustaba a Galadrais porque era la primera vez en
su vida que estaba en presencia de una diosa y no sabía que decir o que hacer.
-Bueno Galadrais, lo primero que debes hacer es dejar de
pensar tan alto, recuerda que yo puedo leer todos los pensamientos, después de
eso tendremos que formalizar el contrato que hemos establecido tu y yo, y por
ultimo me contaras todo lo relacionado
con tu vida, que me da ahora mismo pereza rebuscar en tus recuerdos. Ah y no te
puedes negar a realizar el contrato. -El joven Galadrais que en ese momento se
había quedado petrificado reacciono. – Por su puesto su divina señora, haré
todo lo que desee sea cual sea el precio a pagar. –Galadrais trago saliva en un
gesto instintivo.
Como había dicho la diosa, Galadrais se centró en lo que era
el presente y dejo de pensar tanto en todo lo que podía acontecer. Después de
eso la diosa invoco un círculo mágico en el cual vertió un poco de su sangre
divina, y le insto a Galadrais a que hiciera lo mismo. Pero este un tanto
preocupado por lo que podría pasar era reticente. – Por el amor del cielo
quieres cortarte un dedo y dejar que caiga un par de gotas de tu sangre, no te
va a pasar nada, recuerda que ya hemos sellado el contrato al despertarme solo
lo estamos haciendo oficial-.
Galadrais tembloroso vertió un par de gotas y el circulo
refuljo una luz roja-azulada.- “Maldito Promos, esto seguro que es para el bien
de la escuela de magos de poniente” – Pensó Galadraisque aún no acostumbrado a
ocultar sus pensamientos la diosa los leyó como si tuviera delante en una hoja
de papel. – En eso llevas toda la razón polluelo, este contrato me vincula a
ti, que como estas vinculado a la escuela de magia de poniente indirectamente
me vincula a ellos, pero claro esta solo haré lo que yo quiera, y tú cumplirás
con mis deseos-.
Su esbelta figura, su pose sensual, sus curvas marcadas bajo
la túnica de seda, en resumen todo su cuerpo dejaba a Galadrais a su merced, lo
que provocaba que Galadrais disputara una guerra en su cerebro para ocultar lo que realmente estaba deseando hacer.
Tras formalizar el contrato, la diosa se dirigió a Galadrais - Bien pichón, dime que ha sido de
tu vida hasta que me encontraste. –La diosa se sentó en una roca plana que
estaba enterrada en la tierra y espero a que Galadrais le contara su historia.
Antes de empezar me gustaría saber, claro está si su divinidad
quiere, su nombre. – La diosa sonrió inocentemente- Claro, como no, me puedes
llamar Mur o Muret, sinceramente prefiero Mur, Muret suena demasiado formal y
es un tanto sosaina, y hace mucho que nadie me llama así. – Galadrais asintió.
–Está bien su divinidad Mur, mi vida es simple, nací en casa de una familia
noble, a los cinco años vieron que tenía un talento innato para manejar la magia rúnica, que en este mundo
como sabréis es el arte más complicado y solo unos pocos tienen un conocimiento
a nivel práctico elevando. Mis padres me pusieron un tutor personal para que
aprendiera mejor los conceptos y entrara ya un poco más avanzado en la materia
en la escuela de magia de poniente. Desde hace diez años de mis veinte de vida
solo estudio magia rúnica, y como sabéis eso es un poco aburrido así que aunque
estoy aun verde en cuanto a la lectura y memorización de runas, soy capaz de
estar al nivel de un estudiante que lleve cinco años más que yo, por eso Promos
me envió a estas ruinas para ver si era capaz de entrar en ellas, y te juro Mur
que por los dioses que lo pagara. – Galadrias se puso rojo de la vergüenza por
tutearla - Me tiene manía eso es todo su divinidad. –
Mientras Galadrais relataba lo esencial de su vida Mur
inspeccionaba sus recuerdos, que surgían en la mente del joven mientras contaba
su historia, muchos de esos recuerdos de la vida de Galadrais hicieron que la
diosa se encariñara más con el joven, ya que al igual que ella, la personalidad
de Galadrais era, picara, vaga y lasciva.
Galadrais, creo que tú y yo nos vamos a llevar muy bien. Lo
primero que hemos de hacer es que dejes de llamarme su divinidad, parece como
si estuvieras hablando con una reina o algo así, y me molesta mucho que me
comparen con algunas de esas. Después nos presentaremos ante los ancianos de tu
escuela, es la ley y aunque yo sea la diosa de la Muer … – se paró en seco
porque no quería aun revelar que su campo de acción era la muerte y el más
allá.- digo la diosa Mur, que siempre me voy por las ramas, tenemos que seguir
las reglas que padre nos impuso. Así que si estas recuperado vamos marchando
además, esta túnica está empezando hacer que me sienta una mujer poco
respetada, y quiero cambiarme de ropa.
Galadrais asintió a Mur emprendieron el camino de vuelta a
la escuela de poniente donde tendrían que hablar con los cinco ancianos (uno
por cada rama mágica que se practicaba) que dirigían la escuela.
El viaje de vuelta fue un poco más ameno que el de ida y en
una semana llegaron a Clorzan, la cuidad donde habían establecido la escuela de
magia de poniente.
Cuando llegaron a la ciudad el crepúsculo ya caía en la zona, Galadrais junto con Mur se dirigieron a la casa de este donde descansarían para
presentarse al día siguiente ante los ancianos.
La cena fue la mejor cena que había probado en toda una
semana y se llenó la panza a no poder más, Mur aunque era un dios, y
supuestamente los dioses no comían o ese pensaba Galadrais, también comió
copiosamente hasta quedar satisfecha.
Galadrias sorprendido por tal hecho se quedó mirando
fijamente a Mur. – ¿Que tengo algún mono, gusano, perro o derivado en la cara?
– Mientras esperaba algún tipo de comentario o acción de Galadrias, Mur se sacaba un trozo de carne de uno de sus
dientes blancos como perlas.
No, que va, solo que me sorprende que vuestra divin…, perdón,
que comas como un simple mortal – Galadrais nervioso, miraba a Mur con
expectación, la cual al verlo se echó a reír, y cuando se calmó contesto- . Si normalmente no necesitamos comer pero al hacer un pacto con un humano o de
cualquier otra raza, debemos alimentarnos como ellos, ya que la sangre que se
junta en el círculo vincula a ambos hasta que el vinculado muere, o se ha
cumplido la regla. – Y anticipándose a Galadrais, Mur sentencio,- dicha regla
aun no es necesario que la conozcas, aún.-
Tras esa pequeña explicación la cena transcurrió en el más
absoluto silencio, y tras acabar se fueron a descansar, ya que lo acaecido en
aquella semana había sido más de lo que Galadrais podía soportar por ese
periodo de tiempo, pero aún le faltaba lo más importante por saber y eso sí que
lo dejaría perplejo.
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