martes, 12 de noviembre de 2013

El hermano II



Las puertas de la ciudad estaban abarrotadas  como siempre ocurría el día que había feria. Desde bien temprano los campesinos entraban en la ciudad con sus mercancías para ponerlas a la venta, ya qué en esos días los campesinos obtenían beneficios que les darían para la próxima cosecha, o para compara nuevos animales de granja para la siguiente feria o para ellos mismos.

Si hacían buena venta incluso los beneficios les duraban para mantearse con un buen nivel de vida en lo que quedaba de año.  Pero no solo campesinos entraban por aquellas grandes puertas, ahora abiertas, de madera reforzada con acero.

En esos días eran duros par ala guardia, ya que para evitar imprevistos tenían que registrar a todo el mundo y las mercancías que llevaban, por lo que el numero de guardias activos aumentaba, y su jornada no acabaría hasta bien entrada la noche, cunado los campesinos hayan algunos abandonado la ciudad y otros se hayan gastado algo de los beneficios en las tabernas y posadas celebrando sus ventas.

A media mañana la feria estaba en auge, los campesinos pregonaban con voces graves, aflautadas, chillonas, sus mercancías, los transeúntes podían ser distinguidos por sus ropas, ya que en la feria convergían desde criados, ciudadanos de a pie y nobles.

En ese momento es cuando los guardias que estaban en la puerta habían hecho su trabajo mas duro de la mañana, por lo que muchos descansaban mientras que los que vigilaban la puerta hacían el trabajo pero de forma menos estricta.

Poco antes de llegar el medio día, una figura solitaria avanzaba por la calzada. Sus ropas delataban que era un viajero que llevaba un tiempo en marcha porque estas estaban llenas de polvo del camino  y suciedad. Además eran ropas gastadas de alguien que pasa mucho tiempo en la calzada y que solo cambia cuando llega a una ciudad.

El viajero fue registrado y ante no encontrar nada extraño lo dejaron pasar. Lo primero que hizo fue ir a una posada coger una habitación, mandar a comprar ropas nuevas que no fueran ni muy llamativas ni muy vulgares mientras se aseaba.

Tras terminar de quitarse el polvo del viaje, salió dela bañera y en una de las sillas encontró la ropa que había mandado comprar. Se la puso y se dirigió a la sala común. Allí comió la comida que constaba de un trozo de pato a la naranja con verduras todo ello regado con una salsa de naranja y cerveza. Termino de comer y salió a dar una vuelta por la ciudad.

Sus pasos lo dirigieron hacia un lugar recóndito escondido en un par de callejones que daban a la zona mercantil. Allí llamo a una puerta que podría pasar por la de cualquier casa o comercio. La puerta se abrió y de ella salió un individuo normal para los cánones de aquella época.

Lo miro de arriba abajo y le hizo pasar dentro. Una vez dentro la sala era mas amplia de lo que por fuera se pudiera intuir, estaba amueblada con un par de sillas y una mesa. De otra puerta lateral salió otro individuo que se acerco al recién llegado.

Saludos amigo – empezó a comentara el recién llegado- veo que os habéis pasado por aquí como prometisteis hace un par de años-. El individuo era un tanto zalamero y anodino, pero aun así tenia buena presencia para e tipo de negocios a los que se dedicaba.

Necesito nuevas herramientas para mis trabajos que las últimas que me vendiste me tuve que deshacer de ellas al entrar en la ciudad, además necesito también atuendo cómodo para el trabajo, y una salida. – Todo lo que pedía, el dueño del local lo apunto mentalmente, - me tendrás que dar un par de días sobre todo para lo ultimo, lo demás, mañana lo tendrás.-

El asesino asintió, mientras dejaba una bolsa de dinero encima de la mesa –aquí esta la mitad del precio, es como siempre, te doy un adelanto y el resto cuando me des lo que te pedí-.

El dueño del establecimiento  con su mejor sonrisa asintió y empezó a adularlo por ser uno de sus clientes predilectos. Tras unos cuantos minutos ambos se despidieron y acordaron que al día siguiente se verían.

Tras dejar atrás aquel local, ahora tocaba inspeccionar otro lugar. Así que se dirigió al norte de su posición y cuando llego a la plaza donde se celebraba la feria se mezclo con la gente y salió por la zona sureste de esta.

Tras caminar cosa de unos diez minutos se sentó en una acera enfrente de un edificio que a todas luces tenia la pinta de ser un gremio comercial. Su vista se poso en todos los posibles accesos y salidas que pudiera tener.
Tras aquella minuciosa inspección se acerco al edificio y dio una vuelta a su alrededor. Tras llegar de nuevo a lo que parecía a la entrada principal, asintió con satisfacción y realizo un plano metal del edificio,  sus posibles rutas de escape, y calles aledañas más propensas a poseer escondites factibles.

Hasta que le dieron las armas, vigilaba el edificio dos veces al día para ver si cambiaba algo en sus ocupantes. Solo destaco que cada día a medio día hora arriba abajo cambiaban al portero dela entrada principal y cada día salía una buena cantidad de personas del local que no regresaban hasta bien entrada la noche.

El mismo día que recibió las armas y la ropa a media noche comenzó su trabajo, entro por un edificio contiguo que según había inspeccionado el primer día daba a una ventana escondida que no presentaba una ruta de entrada, pero par el eso eran minucias. Entro por aquella ventana y una vez dentro del edificio se fue ocultado en las sombras.

Su paso era seguro y rápido, se notaba que había realizado aquella tarea más de un millar de veces, y por ello todo su cuerpo estaba más que acostumbrado. Por cada puerta que encontraba entraba y salía, sin hacer el menor ruido y tras de si dejaba un cadáver.

Ya había estado allí durante hora y media hasta que dio con la habitación del jefe de la cofradía de la flecha roja en Carston. Entro como lo hizo en las anteriores y se planto en una esquina en la que la luz de la luna que entraba por la ventana no incidía, dejando esa parte de la habitación oculta.

Allí se paso unos minutos hasta que el individuo que estaba tumbado en la cama despertó sobresaltado por un mal sueño. Mirando al frente se percato de aquella esquina sombría la cual sabia que era propicia para un ataque, así que encendió el pequeño candil que tenia en la mesa.

La luz ilumino todo el cuarto dejando ver al asesino. –Saludos Guerrero, ¿buena noche verdad?- El hombre de la cama como si el que tuviera delante fuera un amigo y no el que iba a matarle se incorporo y se sentó en el borde dela cama- Si, si no hubiera tenido una pesadilla. ¿Porque nos atacas? – Puntualizo Guerrero- Nosotros no tenemos nada que ver en lo que pasó hace dos semanas, fue tu jefe el que mando hacerlo el resto ni pinchamos ni cortamos en las cofradías de otras ciudades-.

Es simple Guerrero, por eso mismo, ya que todas sois independientes, todas debéis acabar como acabaron mano rota, curtidor y dedos ágiles, ya que aunque seáis independientes podéis impugnar una misión que sea suicidad. – la explicación del asesino no dejo lugar a replicaca por parte de guerrero porque en eso tenían razón y una misión podía ser denegada por dos o mas lideres de cofradía si en ella se veía el riesgo de que el anonimato dela hermandad fuera quebrantado.

En eso tienes razón –Guerrero en ese momento saco un puñal arrojadizo de debajo el colcho y se lo lanzo, este lo esquivo con una rápida inclinación de cabeza hacia el hombro, y con rapidez se acerco hasta Guerrero que ya empuñaba una daga que llevaba escondida en el camisón de dormir.

Ambos tantearon al contrario con un estoque por aquí y por allá, pero ninguno saco una conclusión de lo que podría hacer el otro debido a que ambos tenían un estilo muy similar, solo alterado por los conocimientos obtenidos de la experiencia, pero la base era la misma.

Guerrero aunque mas viejo que el asesino consiguió cortar un tanto el jubón de este, pero con un floritura baja el asesino consiguió alejarse unos centímetros del Guerrero cuya estocada iba a la yugular.

Ambos entraron en una danza grácil y armónica en que mano y acero parecían la misma cosa, hasta que sin más dilación el asesino con una grácil y sencilla floritura apuñalo el costado de Guerrero haciendo que este cayera al suelo por el dolor.

La puñalada era ya de por si mortal, pero en los ojos de Guerrero aun se veían claros y chispeantes, así que el asesino sin mas dilación ante tal visión le apuñalo en el corazón haciendo que la mirada de Guerrero se perdiera en una visión infinita.

Tras dejar la pluma roja en el cadáver, salió por una de las ventanas laterales que daban al callejón de los peleteros. Desde allí con paso tranquilo se dirigió a la taberna del cordero degollado donde bebió un par de pitas, jugo a las cartas y salió con una fulana como si hubiera estado toda la noche allí.

A la mañana siguiente despertó y la fulana ya se había marchado cogiendo las tres monedas de plata y el asesino se puso de nuevo en pie, se vistió, salió a la calle y se puso de nuevo en marcha, en dirección a la siguiente ciudad.


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