jueves, 28 de noviembre de 2013

La profecía de la señora de los huesos



Sus ojos color miel miraban al horizonte desde que aquella posición privilegiada. Todo lo que abarcaba su vista era un vasto y maravilloso paisaje de colores verdes, grises y azueles.

Su visión se encontró con la maravillosa ciudad de Elencar. Sus torres empezaban a asomarse en el horizonte en forma de mancha negra dejando el claro cielo azul imperfecto.

Minutos después de contemplar aquella maravillosa vista y soñar despierto, reanudo el camino dirección Elencar. Mientras avanzaba, el campo que se extendida ante él era similar a un vasto océano verde en el cual el viento hacía que la hierba se mereciera cómo si de olas de tratasen.


El recorrido desde la colina hasta donde paro para descansar, ya que el crepúsculo estaba llegando a su cenit, lo hizo en un par de horas, y así llegaría a la ciudad antes del mediodía del día siguiente fresco y descansado.


Tras dejar pastar libremente a su caballo y encender una hoguera se dispuso a cenar.  La cena fue lóbrega, constó de una rebanada de pan, queso de oveja, tocino y un poco de cerveza que llevaba en un odre.


La noche ya había caído cuando terminó, encendió una hoguera para contrarrestar la fría brisa que se había levantado al caer el sol. Tras una hora  en la que ordenaba sus pensamientos y  miraba las estrellas se tendió en el suelo y se arropó con la manta que había tendido al lado de la hoguera y el sueño le llego rápidamente.


Solo habían pasado cuatro horas desde que se acostó cuando una sensación extraña se extendió por su relajado cuerpo,  provocando que su respiración tranquila y reposada por un sueño agradable, pasara a una alterada y entrecortada de una pesadilla.


La sensación cada vez se hacía más intensa hasta el punto que hizo que Tsrael despertará sobresaltado.  Se quedó mirando las ascuas de la hoguera que aun desprendían un toque anaranjado durante unos segundos. La sensación habla desparecido,  pero la pesadilla aún se mantenía con claridad cristalina en su mente.
Tras unos minutos en los que calmaba todo su ser como su padre antes de morir le enseñó, intento dormirse de nuevo. Tardó un rato pero aun así lo logro y hasta que el primer rayo de sol no le incidió en la cara no despertó.


El desayuno al igual que la cena constó de una rodaja de pan, queso y unas moras silvestres que había recogido en el bosque del Páramo Nanduriel, cerca de la frontera de los elfos. Al terminar recogió sus pertenencias y las coloco en las alforjas de la su caballo emprendiendo de nuevo la marcha hacia la ciudad.


No tardó más de una hora en llegar a la entrada. Se bajó del caballo y ando hasta situarse enfrente del arco de esta.  La ciudad que desde lejos se veía espléndida, de cerca no era más que un montón de ruinas elfas cómo muchas que había visto por todo el continente de las antiguas y majestuosas ciudades elfas antes de la era oscura.


En el arco Tsrael pudo distinguir la estilizada escritura elfa en la piedra en la que se podía leer Elencar, que era  la antigua capital elfa, antes de que los elfos se trasladaran al bosque de los espíritus, donde se establecerían y anunciarían que allí se encontraría la nueva capital Mithandreloa.


Tsrael desmonto de su caballo y cogiéndole por las riendas atravesaron el arco. Esto provocó una repentina sacudida en toda la espina dorsal del joven, síntoma inequívoco de que el lugar rezumaba magia por los cuatro costados.


Esto ahora lo sabía, pero de pequeño aquellos escalofríos le habían dado más de un quebradero de cabeza ya que los demás creían que cuando le pasaba, alguna desgracia iba acontecer  y por ello muchos le tachaban de pájaro de mal agüero  y lo dejaban de lado marginándolo, hasta que lo mandaron a los sacerdotes para quitarse el muerto de encima tras la muerte de su padre.


Fue gracias a su mentor, un sacerdote del dios Nonnael el que le explico que su afinidad con la magia, energías místicas, divinas y demoníacas, era la más alta que había visto nuca, pero que esa afinidad era simplemente defensiva, y solo podría utilizar la magia de esa forma y no como los demás magos que la podían usar de ambas formas, ofensiva, y defensiva


Según su mentor, era una anomalía que surgía cada miles de años y que aquellos que la habían padecido (hasta que se lo dijeron solo habían sido cinco y ninguno de ellos como Tsrael) habían presenciado cosas que otros jamás llegarían a comprender, realizado actos que solo los eruditos del monte de la calavera habían visto y registrado en sus libros almacenados en su gran biblioteca subterránea. Pero Tsrael solo había hecho una cosa destacable en sus años de vida, ser nombrado maestro espadachín de Nueva Nanaladus, lo que conllevaba obtener la insignia del dragón negro, escudo que llevaban tres maestros más a parte de él.

Y con la convicción esta fue como su mentor crio a Tsrael, ayudándole con la magia para que aprendiera a usarla de la mejor manera que sabía, a la defensiva. Durante los años de entrenamiento y viajes había obtenido el don de ser escurridizo con aquellos hechos que habían marcado una época algo que enfuria a su mentor. Pero como él siempre decía, “no soy yo el que se escabulle de los hechos, son ellos los que se zafan de mi”.


Pero este evento no podría zafarse de él, ni él podría escabullirse, había sido marcado como su entrenamiento en la escuela de Nueva Nanaladus o el encuentro con la anciana nada más llegar Nueva Nanaladus,  ya que todo en él le indicaba que debía estar allí en ese mismo momento.


A paso tranquilo avanzaba por lo que parecía ser la avenida principal, hacia el norte desde su posición. Seguía andando aun cuando las calles se cruzaban entre ellas como si algo lo dirigiera en la dirección en la que estaba.


Unas horas después de recorrer toda la avenida principal que le llevo a las escaleras de lo que parecía ser un palacio, sino fuera por los agujeros en el techo, las torres derruidas por la mitad, y la muralla y demás paredes conquistadas por el verdor de las trepadoras.


Dejo a su caballo atado a un poste mientras el subía por las escaleras. Una vez arriba las puertas de un gris plateado con decorados dorados sucios por el paso de los siglos, se interponía en su camino.


La presión y la sensación de agobio en aquella parte se hicieron casi insoportable, pero como si no fuera dueño de su cuerpo alzo la mano hacia la gran puerta gris y con un sonido chirriante y ensordecedor esta empezó a abrirse como si dos gigantes fantasmales empujaran las hojas de las puertas y forzaran al mecanismo de apertura a girar en sentido contrario al que debería girar. 

Tras unos minutos en los que Tsrael solo pedía que acabara aquel incordio sonido, las puertas estaban abiertas a los cuatro vientos, y un olor a moho, cerrado, y humedad que por fin era libre salía de aquellas ruinas en su dirección.

Siguió avanzando hasta que la luz del sol ya no era capaz de seguir alumbrado debido a que el ángulo del sol no se lo permitía. La frontera que separaba luz y oscuridad estaba a pocos centímetros de los pies de Tsrael, y en ese momento algo entro en contacto con su mente.

Sentía como escarbaban en su cerebro, mirando con ojo escrutador, recorriendo cada palmo, centímetro, milímetro de él, pero Tsrael que había dominado el combate mental entre magos, solo dejo que su visitante viera unos segundos, ya que las defensas de Tsrael se activaron al caer en aquella invasión de su intimidad.

Esto desconcertó a su agresor, que se retiró y no le quedo más remido que dar la cara. Desde lo más profundo de aquella oscuridad algo empezó a rebullir y agitarse, como si se desperezara tras un largo sueño.

Tras unos segundos, ante él tenía un gran ojo rojo con una pupila verde alargada que lo miraba de arriba abajo. Y unas volutas de humo ascendieron hasta el techo, dejando el lugar impregnado con el olor a sulfuro. El miedo empezó a recorrer todo su cuerpo y dejarlo paralizado como una estatua y cuando eso pasaba su cinismo aumentaba considerablemente.

-Bien, parece que he encontrado un pequeño lagarto aquí-. La mente del dragón entro de nuevo en contacto con la suya. - Así que pequeño lagarto, ¿eh? ¿Qué hace un espécimen como tú por aquí?-Pregunto curioso el dragón.

-Nada solo de paseo, me parecía interesante la ciudad y quería presumir ante mis amigos del pueblo. -Tsrael sudaba copiosamente aun siendo el ambiente fresco, y de vez en cuando la ligera brisa le provocaba pequeños escalofríos que le recorrían la espalda.

-Bueno pues creo que poco podrás presumir ante tus amigos, porque si de algo se, y créeme muchos lo han descubierto, es que adoro a los presumidos, tienen un sabor muy rico. – El tono mental del dragón se ensombreció un poco - Por lo tanto dime que es lo que realmente te ha llevado hasta aquí, porque llevo sintiéndote desde hace unos cuantos kilómetros y no he sentido en ti el afán de los ladrones y no los asesinos de mi especie, por lo que mi curiosidad se ha impuesto a mi estómago-.

Tsrael se había quedado un tanto cerúleo,  y el estómago le daba punzadas del miedo. -En realidad... - Y en ese momento paro de hablar y abrió parte de su mente al dragón, ya que sería más rápido que lo viera de sus recuerdos que contarle toda la historia.

Los dos mantuvieron un silencio sepulcral durante largos minutos en los que el dragón veía y comprendía todo lo que había llevado a Tsrael allí. -Bien no logro entender del todo el asunto.- El dragón hizo una pausa antes de continuar-.  Es más he visto algo que no había visto desde hace tres siglos-. Tsrael se tomó el comentario de los tres siglos como un chiste. - Venga ya no creerás que me creería que tienes 300 años. Eres un tanto gracioso-. El dragón negro se río del comentario aunque las dos filas de dientes cómo cuchillas del dragón hicieron que Tsrael tragara saliva ante la grotesca visión.

-No,  en realidad tengo setecientos cincuenta años, y he de decirte que la tercera señal de aquella profecía se ha cumplido y hoy acabará tu vida.- En ese momento la mente de Tsrael se llenó de recuerdos.

Sus recuerdos lo llevaron a la ciudad de Nueva Nanaladus donde había llegado un mes después de que su mentor le dijera que ya no podía enseñarle más y que el resto debía aprenderlo por sí solo.

Nada más entrar a la ciudad el caos y ruido hicieron que Tsrael se desorientara, y descentrara, ya que siempre había vivido en la tranquilidad del monasterio dedicado a Nonnael. Esto provoco que callejeara hasta dar a un lugar con un jardín claro y luminoso donde un par de ancianos estaban sentados dando de comer a las palomas, un elfo se deleitaba con aquel lugar, unos humanos con túnicas leían y recitaban pasajes de los libros que leían y una mujer entrada en el último suspiro de la vida jugueteaba con unos huesos.

Aquella anciana nada más verlo tiro los huesos, como hacía con todos, lo único diferente era que no se molestaba en decir que veían en ellos al resto de personas, pero con Tsrael era diferente, ya que su destino y camino estaban anclados a tres sucesos.

La anciana hablo sin previo aviso – Tres hechos importantes te guiaran en tu vida, el primero está cumpliéndose ahora, y es que me has conocido, el segundo serás nombrado el cuarto dragón negro, y el ultimo tu vida como Tsrael acabara.-

Tsrael que anonadado porque la anciana supiera su nombre no pudo más que preguntar - ¿Cómo es que sabes mi nombre? – Expectante espero la respuesta de la mujer – Me lo han dicho los huesos de dragón, tu nombre está escrito en la corriente y como tal eso no es ningún misterio para alguien que puede observar la corriente.-Tsrael que empezaba a pensar que la mujer estaba loca, así que la dejo sola y se encamino a su destino, la academia de Nueva Nanaladus para alistarse en el ejército, aunque no sabía si su procedencia le impediría acceder.

Sus dudas se disiparon y durante diez años fue instruido y nombrado cuarto maestro del dragón negro, aquí fue cuando Tsrael empezó a sentir que la anciana pudiera no estar  loca del todo, por lo que empezó a vagar sin rumbo por el mundo intentando evitar en todo lo posible que la tercera señal se cumpliera, pero parece que no fue así.

-Así que a esto se refería la anciana con lo que la vida como Tsrael acabara. – Abatido y aceptando la muerte no pudo más que mirar al gran ojo rojo y decirle – espero que te cree acidez de estómago o malestar – y se dejó arrastrar por la corriente.

Los minutos pasaron y viendo que no había pasado nada y que todo estaba en silencio miro al dragón – ¿Que pasa no me vas a comer?- El dragón respondió negativamente- No polluelo, tu y yo estamos entrelazados en la corriente,  como la criatura mágica que soy puedo ver de vez en cuando dicha corriente y he visto que nuestras vidas se han unido en cuanto cruzaste la puerta de Elencar y solo los dioses sabrán cuando nos separaremos-.

Tsrael que no entendía nada volvió a preguntar, ya que parecía ser que su vida continuaría y su curiosidad podía más en ese instante que cualquier otro asunto. – Una cosa, si nuestras vidas están unidas y por ello no me vas a comer, entonces la anciana se equivocó en su predicción y mi vida como Tsrael no acabara, ¿verdad? – La respuesta del dragón fue casi inmediata. – No del todo, tu vida como Tsrael acabara ya que como está estipulado,  yo Iohikäärme lo haré, pero antes debes pasar la prueba que todo ser de dos piernas ha de pasar.

Iohikäärme se quedo en silencio unos instantes, como si meditara y tras unos segundos de incertidumbre por parte de Tsarel, lo volvió a mirar con una suficiencia notoria. –Ya se que debemos hacer polluelo - Iohikäärme le explico que debían vincularse, que así lo había visto en la corriente y le explico como debía llevarse a cabo el vinculo, y la prueba que debía pasar. Si pasaba la batalla que debían mantener serian compañeros, sino el aspirante quedaría convertido en vegetal y su vida acabaría.

Sin mucha opción Tsrael acepto y ambos entablaron la batalla mental. Tsrael que había sido el único que había salido invicto de sus batallas mentales con los monjes de Nonnael le estaba costando horrores abrirse camino en aquella inmensa e infinita mente llena de barreras. Pero aun así logro llegar hasta la cuarta barrera de la mente de Iohikäärme, lo que provoco que el dragón se sintiera emocionado y nostálgico ante tal hazaña.

Pero no podía demostrar ni dejar ver ese asombro y como si de una pluma se tratara Iohikäärme coloco ocho barreras inexpugnables y  expulso a Tsrael de su mente dejandole con cara de idiota porque sabia que aun no había acabo la contienda y pareciera que el dragón había hecho eso porque estaba a punto de perder.

-Eso es trampa no puedes hacer eso porque vayas perdiendo – el tono de Tsrael tenia un toque de frustración y enfado- No lo he hecho porque fuera perdiendo, lo he hecho porque has sido el único que en quinientos años que traspasado mi cuarta barrera simple.

Tras aquella explicación y ver el rostro de satisfacción de Tsrael, Iohikäärme le explico que a partir de ahora serian compañeros hasta que uno de los dos muriera, y el dragón estaba ansioso por formalo con Tsrael ya que solo había entablado el vinculo con humanos y elfos, nunca con un mestizo.

Tras realizar el vinculo dos pendientes con una obsidiana negra y forma de espina aparecieron entre ambos. –Esto es el símbolo de que ahora tu compañero es un dragón y de que eres capaz de invocare en cualquier lugar y momento. Ademas a través de ellos podremos comunicarnos aun estando alejados el uno del otro.- Tsrael se puso los pendientes y en aquel mismo instante sintió en todo momento la presencia de Iohikäärme y su vinculo psíquico fue establecido.

-Ahora seras conocido como Ratsastaja Tsrael y de ti dependerá que ciudades, naciones, o incluso razas vivan o mueran, porque al ser un Ratsastaja has obtenido el poder de un  dragon, y podras usarlo cuando y como te plazca ya que el vinculo es irrompible hasta la muerte de uno de los dos, así que utiliza tu poder con sabiduría y humildad, es la única condición que te pondré para no arrancarte los ojos-.

Y desde ese mismo momento Tsrael cumplió la tercera señal que la señora de los huesos de dragón predijo. Tsrael Miekka dejo de existir para dar lugar a Ratsastaja Tsrael cuya historia acaba de empezar.

martes, 12 de noviembre de 2013

El hermano II



Las puertas de la ciudad estaban abarrotadas  como siempre ocurría el día que había feria. Desde bien temprano los campesinos entraban en la ciudad con sus mercancías para ponerlas a la venta, ya qué en esos días los campesinos obtenían beneficios que les darían para la próxima cosecha, o para compara nuevos animales de granja para la siguiente feria o para ellos mismos.

Si hacían buena venta incluso los beneficios les duraban para mantearse con un buen nivel de vida en lo que quedaba de año.  Pero no solo campesinos entraban por aquellas grandes puertas, ahora abiertas, de madera reforzada con acero.

En esos días eran duros par ala guardia, ya que para evitar imprevistos tenían que registrar a todo el mundo y las mercancías que llevaban, por lo que el numero de guardias activos aumentaba, y su jornada no acabaría hasta bien entrada la noche, cunado los campesinos hayan algunos abandonado la ciudad y otros se hayan gastado algo de los beneficios en las tabernas y posadas celebrando sus ventas.

A media mañana la feria estaba en auge, los campesinos pregonaban con voces graves, aflautadas, chillonas, sus mercancías, los transeúntes podían ser distinguidos por sus ropas, ya que en la feria convergían desde criados, ciudadanos de a pie y nobles.

En ese momento es cuando los guardias que estaban en la puerta habían hecho su trabajo mas duro de la mañana, por lo que muchos descansaban mientras que los que vigilaban la puerta hacían el trabajo pero de forma menos estricta.

Poco antes de llegar el medio día, una figura solitaria avanzaba por la calzada. Sus ropas delataban que era un viajero que llevaba un tiempo en marcha porque estas estaban llenas de polvo del camino  y suciedad. Además eran ropas gastadas de alguien que pasa mucho tiempo en la calzada y que solo cambia cuando llega a una ciudad.

El viajero fue registrado y ante no encontrar nada extraño lo dejaron pasar. Lo primero que hizo fue ir a una posada coger una habitación, mandar a comprar ropas nuevas que no fueran ni muy llamativas ni muy vulgares mientras se aseaba.

Tras terminar de quitarse el polvo del viaje, salió dela bañera y en una de las sillas encontró la ropa que había mandado comprar. Se la puso y se dirigió a la sala común. Allí comió la comida que constaba de un trozo de pato a la naranja con verduras todo ello regado con una salsa de naranja y cerveza. Termino de comer y salió a dar una vuelta por la ciudad.

Sus pasos lo dirigieron hacia un lugar recóndito escondido en un par de callejones que daban a la zona mercantil. Allí llamo a una puerta que podría pasar por la de cualquier casa o comercio. La puerta se abrió y de ella salió un individuo normal para los cánones de aquella época.

Lo miro de arriba abajo y le hizo pasar dentro. Una vez dentro la sala era mas amplia de lo que por fuera se pudiera intuir, estaba amueblada con un par de sillas y una mesa. De otra puerta lateral salió otro individuo que se acerco al recién llegado.

Saludos amigo – empezó a comentara el recién llegado- veo que os habéis pasado por aquí como prometisteis hace un par de años-. El individuo era un tanto zalamero y anodino, pero aun así tenia buena presencia para e tipo de negocios a los que se dedicaba.

Necesito nuevas herramientas para mis trabajos que las últimas que me vendiste me tuve que deshacer de ellas al entrar en la ciudad, además necesito también atuendo cómodo para el trabajo, y una salida. – Todo lo que pedía, el dueño del local lo apunto mentalmente, - me tendrás que dar un par de días sobre todo para lo ultimo, lo demás, mañana lo tendrás.-

El asesino asintió, mientras dejaba una bolsa de dinero encima de la mesa –aquí esta la mitad del precio, es como siempre, te doy un adelanto y el resto cuando me des lo que te pedí-.

El dueño del establecimiento  con su mejor sonrisa asintió y empezó a adularlo por ser uno de sus clientes predilectos. Tras unos cuantos minutos ambos se despidieron y acordaron que al día siguiente se verían.

Tras dejar atrás aquel local, ahora tocaba inspeccionar otro lugar. Así que se dirigió al norte de su posición y cuando llego a la plaza donde se celebraba la feria se mezclo con la gente y salió por la zona sureste de esta.

Tras caminar cosa de unos diez minutos se sentó en una acera enfrente de un edificio que a todas luces tenia la pinta de ser un gremio comercial. Su vista se poso en todos los posibles accesos y salidas que pudiera tener.
Tras aquella minuciosa inspección se acerco al edificio y dio una vuelta a su alrededor. Tras llegar de nuevo a lo que parecía a la entrada principal, asintió con satisfacción y realizo un plano metal del edificio,  sus posibles rutas de escape, y calles aledañas más propensas a poseer escondites factibles.

Hasta que le dieron las armas, vigilaba el edificio dos veces al día para ver si cambiaba algo en sus ocupantes. Solo destaco que cada día a medio día hora arriba abajo cambiaban al portero dela entrada principal y cada día salía una buena cantidad de personas del local que no regresaban hasta bien entrada la noche.

El mismo día que recibió las armas y la ropa a media noche comenzó su trabajo, entro por un edificio contiguo que según había inspeccionado el primer día daba a una ventana escondida que no presentaba una ruta de entrada, pero par el eso eran minucias. Entro por aquella ventana y una vez dentro del edificio se fue ocultado en las sombras.

Su paso era seguro y rápido, se notaba que había realizado aquella tarea más de un millar de veces, y por ello todo su cuerpo estaba más que acostumbrado. Por cada puerta que encontraba entraba y salía, sin hacer el menor ruido y tras de si dejaba un cadáver.

Ya había estado allí durante hora y media hasta que dio con la habitación del jefe de la cofradía de la flecha roja en Carston. Entro como lo hizo en las anteriores y se planto en una esquina en la que la luz de la luna que entraba por la ventana no incidía, dejando esa parte de la habitación oculta.

Allí se paso unos minutos hasta que el individuo que estaba tumbado en la cama despertó sobresaltado por un mal sueño. Mirando al frente se percato de aquella esquina sombría la cual sabia que era propicia para un ataque, así que encendió el pequeño candil que tenia en la mesa.

La luz ilumino todo el cuarto dejando ver al asesino. –Saludos Guerrero, ¿buena noche verdad?- El hombre de la cama como si el que tuviera delante fuera un amigo y no el que iba a matarle se incorporo y se sentó en el borde dela cama- Si, si no hubiera tenido una pesadilla. ¿Porque nos atacas? – Puntualizo Guerrero- Nosotros no tenemos nada que ver en lo que pasó hace dos semanas, fue tu jefe el que mando hacerlo el resto ni pinchamos ni cortamos en las cofradías de otras ciudades-.

Es simple Guerrero, por eso mismo, ya que todas sois independientes, todas debéis acabar como acabaron mano rota, curtidor y dedos ágiles, ya que aunque seáis independientes podéis impugnar una misión que sea suicidad. – la explicación del asesino no dejo lugar a replicaca por parte de guerrero porque en eso tenían razón y una misión podía ser denegada por dos o mas lideres de cofradía si en ella se veía el riesgo de que el anonimato dela hermandad fuera quebrantado.

En eso tienes razón –Guerrero en ese momento saco un puñal arrojadizo de debajo el colcho y se lo lanzo, este lo esquivo con una rápida inclinación de cabeza hacia el hombro, y con rapidez se acerco hasta Guerrero que ya empuñaba una daga que llevaba escondida en el camisón de dormir.

Ambos tantearon al contrario con un estoque por aquí y por allá, pero ninguno saco una conclusión de lo que podría hacer el otro debido a que ambos tenían un estilo muy similar, solo alterado por los conocimientos obtenidos de la experiencia, pero la base era la misma.

Guerrero aunque mas viejo que el asesino consiguió cortar un tanto el jubón de este, pero con un floritura baja el asesino consiguió alejarse unos centímetros del Guerrero cuya estocada iba a la yugular.

Ambos entraron en una danza grácil y armónica en que mano y acero parecían la misma cosa, hasta que sin más dilación el asesino con una grácil y sencilla floritura apuñalo el costado de Guerrero haciendo que este cayera al suelo por el dolor.

La puñalada era ya de por si mortal, pero en los ojos de Guerrero aun se veían claros y chispeantes, así que el asesino sin mas dilación ante tal visión le apuñalo en el corazón haciendo que la mirada de Guerrero se perdiera en una visión infinita.

Tras dejar la pluma roja en el cadáver, salió por una de las ventanas laterales que daban al callejón de los peleteros. Desde allí con paso tranquilo se dirigió a la taberna del cordero degollado donde bebió un par de pitas, jugo a las cartas y salió con una fulana como si hubiera estado toda la noche allí.

A la mañana siguiente despertó y la fulana ya se había marchado cogiendo las tres monedas de plata y el asesino se puso de nuevo en pie, se vistió, salió a la calle y se puso de nuevo en marcha, en dirección a la siguiente ciudad.


sábado, 9 de noviembre de 2013

Las Runas II



Tras varias horas inconsciente los ojos empezaron a abrirse poco a poco, como cuando estas aun pugnado con el sueño en ese guerra invisible que solo el cerebro consciente consigue ganar. Tras un par de parpadeos para eliminar el dolor de la luz en los ojos, se percató de los perfectos y sensuales pechos que tenía delante de sus ojos.

Volvió a cerrar los ojos creyendo que estaba dormido aun, pero no paso ni un segundo cuando de repente se levantó como un resorte y andado a lo cangrejo con las manos y el culo en la tierra se alejó de la bella dama que tenia de frente.

La miro por unos instantes y fue entonces cuando su cerebro consciente se percató de todo lo que había pasado.

-Lo siento su divinidad personificada, no quería molestarla en su templo, pero el maestro Promos me obligo, es más creo que era una broma, así que no me mate por favor.- El joven Galadrais estaba sollozando mientras decía estas palabras por el temor de que su vida fuera a acabar pronto con las manos en modo protector con la cara.

Ambos se quedaron mirándose unos minutos, uno entre una cortina de lágrimas y la otra con una sonrisa inocente tanto en los labios como en los ojos.

-O no te preocupes ahora me perteneces y como hace mucho tiempo que no tengo algo que manejar, no te matare rápido. –La voz de la diosa era melodía en los oídos del joven, pero lo de matar le había sonado horriblemente sincero y eso es lo que más temía, además de que le recordó el dicho que sus amigos del templo habían dicho una y otra vez “la brutalidad de la belleza”.

Galadrais se iba recomponiendo poco a poco y la diosa lo miraba de forma picara. Esto asustaba a Galadrais porque era la primera vez en su vida que estaba en presencia de una diosa y no sabía que decir o que hacer.

-Bueno Galadrais, lo primero que debes hacer es dejar de pensar tan alto, recuerda que yo puedo leer todos los pensamientos, después de eso tendremos que formalizar el contrato que hemos establecido tu y yo, y por ultimo me contaras todo  lo relacionado con tu vida, que me da ahora mismo pereza rebuscar en tus recuerdos. Ah y no te puedes negar a realizar el contrato. -El joven Galadrais que en ese momento se había quedado petrificado reacciono. – Por su puesto su divina señora, haré todo lo que desee sea cual sea el precio a pagar. –Galadrais trago saliva en un gesto instintivo.

Como había dicho la diosa, Galadrais se centró en lo que era el presente y dejo de pensar tanto en todo lo que podía acontecer. Después de eso la diosa invoco un círculo mágico en el cual vertió un poco de su sangre divina, y le insto a Galadrais a que hiciera lo mismo. Pero este un tanto preocupado por lo que podría pasar era reticente. – Por el amor del cielo quieres cortarte un dedo y dejar que caiga un par de gotas de tu sangre, no te va a pasar nada, recuerda que ya hemos sellado el contrato al despertarme solo lo estamos haciendo oficial-.

Galadrais tembloroso vertió un par de gotas y el circulo refuljo una luz roja-azulada.- “Maldito Promos, esto seguro que es para el bien de la escuela de magos de poniente” – Pensó Galadraisque aún no acostumbrado a ocultar sus pensamientos la diosa los leyó como si tuviera delante en una hoja de papel. – En eso llevas toda la razón polluelo, este contrato me vincula a ti, que como estas vinculado a la escuela de magia de poniente indirectamente me vincula a ellos, pero claro esta solo haré lo que yo quiera, y tú cumplirás con mis deseos-.

Su esbelta figura, su pose sensual, sus curvas marcadas bajo la túnica de seda, en resumen todo su cuerpo dejaba a Galadrais a su merced, lo que provocaba que Galadrais disputara una guerra en su cerebro para ocultar lo que realmente estaba deseando hacer.

Tras formalizar el contrato, la diosa se dirigió a  Galadrais - Bien pichón, dime que ha sido de tu vida hasta que me encontraste. –La diosa se sentó en una roca plana que estaba enterrada en la tierra y espero a que Galadrais le contara su historia.

Antes de empezar me gustaría saber, claro está si su divinidad quiere, su nombre. – La diosa sonrió inocentemente- Claro, como no, me puedes llamar Mur o Muret, sinceramente prefiero Mur, Muret suena demasiado formal y es un tanto sosaina, y hace mucho que nadie me llama así. – Galadrais asintió. –Está bien su divinidad Mur, mi vida es simple, nací en casa de una familia noble, a los cinco años vieron que tenía un talento innato para  manejar la magia rúnica, que en este mundo como sabréis es el arte más complicado y solo unos pocos tienen un conocimiento a nivel práctico elevando. Mis padres me pusieron un tutor personal para que aprendiera mejor los conceptos y entrara ya un poco más avanzado en la materia en la escuela de magia de poniente. Desde hace diez años de mis veinte de vida solo estudio magia rúnica, y como sabéis eso es un poco aburrido así que aunque estoy aun verde en cuanto a la lectura y memorización de runas, soy capaz de estar al nivel de un estudiante que lleve cinco años más que yo, por eso Promos me envió a estas ruinas para ver si era capaz de entrar en ellas, y te juro Mur que por los dioses que lo pagara. – Galadrias se puso rojo de la vergüenza por tutearla - Me tiene manía eso es todo su divinidad. –

Mientras Galadrais relataba lo esencial de su vida Mur inspeccionaba sus recuerdos, que surgían en la mente del joven mientras contaba su historia, muchos de esos recuerdos de la vida de Galadrais hicieron que la diosa se encariñara más con el joven, ya que al igual que ella, la personalidad de Galadrais era, picara, vaga y lasciva.

Galadrais, creo que tú y yo nos vamos a llevar muy bien. Lo primero que hemos de hacer es que dejes de llamarme su divinidad, parece como si estuvieras hablando con una reina o algo así, y me molesta mucho que me comparen con algunas de esas. Después nos presentaremos ante los ancianos de tu escuela, es la ley y aunque yo sea la diosa de la Muer … – se paró en seco porque no quería aun revelar que su campo de acción era la muerte y el más allá.- digo la diosa Mur, que siempre me voy por las ramas, tenemos que seguir las reglas que padre nos impuso. Así que si estas recuperado vamos marchando además, esta túnica está empezando hacer que me sienta una mujer poco respetada, y quiero cambiarme de ropa.

Galadrais asintió a Mur emprendieron el camino de vuelta a la escuela de poniente donde tendrían que hablar con los cinco ancianos (uno por cada rama mágica que se practicaba) que dirigían la escuela.

El viaje de vuelta fue un poco más ameno que el de ida y en una semana llegaron a Clorzan, la cuidad donde habían establecido la escuela de magia de poniente.

Cuando llegaron a la ciudad el crepúsculo ya caía en la zona, Galadrais junto con Mur se dirigieron a la casa de este donde descansarían para presentarse al día siguiente ante los ancianos.

La cena fue la mejor cena que había probado en toda una semana y se llenó la panza a no poder más, Mur aunque era un dios, y supuestamente los dioses no comían o ese pensaba Galadrais, también comió copiosamente hasta quedar satisfecha.

Galadrias sorprendido por tal hecho se quedó mirando fijamente a Mur. – ¿Que tengo algún mono, gusano, perro o derivado en la cara? – Mientras esperaba algún tipo de comentario o acción de Galadrias,  Mur se sacaba un trozo de carne de uno de sus dientes blancos como perlas.

No, que va, solo que me sorprende que vuestra divin…, perdón, que comas como un simple mortal – Galadrais nervioso, miraba a Mur con expectación, la cual al verlo se echó a reír, y cuando se calmó contesto- . Si normalmente no necesitamos comer pero al hacer un pacto con un humano o de cualquier otra raza, debemos alimentarnos como ellos, ya que la sangre que se junta en el círculo vincula a ambos hasta que el vinculado muere, o se ha cumplido la regla. – Y anticipándose a Galadrais, Mur sentencio,- dicha regla aun no es necesario que la conozcas, aún.-

Tras esa pequeña explicación la cena transcurrió en el más absoluto silencio, y tras acabar se fueron a descansar, ya que lo acaecido en aquella semana había sido más de lo que Galadrais podía soportar por ese periodo de tiempo, pero aún le faltaba lo más importante por saber y eso sí que lo dejaría perplejo.