sábado, 2 de mayo de 2015

Cabios inesperados. Capítulo I



-A los árboles, allí no nos podrán dar caza…- Una saeta surco el cielo plomizo que presagiaba una tormenta de nieve y se clavó en un tronco a escasos centímetros de la cara pálida y sudorosa del joven.

Una vez hubieron traspasado los primeros arboles las saetas que surcaban los cielos eran cada vez menores, y el ruido de la persecución empezaba  decaer. Tras unos cuantos metros más cabalgando los jóvenes detuvieron sus caballos, pues el ruido de los perseguidores había cesado y en aquella zona no se oía nada que les anunciara que sus perseguidores habían atravesado el límite del bosque.

Pero aun así siguieron avanzado al paso, pues los arboles cada vez se juntaban más y era difícil que un caballo a galope pudiera esquivarlos con la suficiente rapidez para no estrellarse y romperse el cuello. Según iban avanzado el bosque se fue oscureciendo y solo se filtraban los haces de luces en algún que otro lugar disperso. Tras estar más seguros y habiéndose adentrado dentro del bosque detuvieron a los caballos y se quedaron plantados donde estaban.

Se respiraba un aire muy cargado y opresivo que daban al lugar la sensación de estar abarrotado de miradas y seres que realmente no había. Aquella parte del mundo era muy famosa pues el bosque había existido desde los primero tiempos del mundo y cuando los primeros seres llegaron aquel bosque empezó a adquirir su fama, y solo aquellos cuyas mentes estaban destrozadas o no tenían otro lugar al que ir para protegerse se adentraban en aquel bosque para no volver a ser vistos jamás.

Estas eran las leyendas que se contaban del viejo bosque de Lanvers, pero como todas las leyendas y habladurías, tenían un montón de historias y mentiras entretejidas, haciendo que la verdad de la que había surgido la leyenda fuera una macula en el centro de aquel enmarañado ovillo.

Las monturas de los tres jóvenes estaban calmadas, como si estuvieran pastando o dejándose cepillar por el mozo de cuadra, pues aquel lugar para ellas era lo que les proporcionaba paz y calma. Lo contrario les hacía sentir a sus jinetes, pues estos estaban intranquilos y ojo avizor y cada vez que un aleteo se oía entre las ramas de los árboles, o algún animalillo removía los arbustos todos miraban rápidamente hacia el lugar encontrándose a un pájaro, conejo o zorro que salía del lugar donde instantes antes se había oído el ruido.

-Adentrémonos un poco más, y acampemos, dentro de poco caerá la noche y quiero tener un fuego pequeño para calentarnos- Todos asintieron y guiaron a sus monturas un kilómetro más adentro en el bosque. Encontraron un pequeño claro que les proporcionaría lo que estaban buscando, un suelo mullido con las hojas de los arboles caídos sobre una manta de hierba verde oscura.

Uno de los jóvenes cavo un pequeño agujero y lo rodeo de piedras, mientras otro recogía las ramitas de los alrededores y las dejaba al lado del que estaba cavando. El tercer joven se encargó de desensillar a los caballos y dejarlos atados con suficiente cuerda para que pastaran tranquilamente en aquella hierba.

Una vez que el fuego fue encendido los tres jóvenes se reunieron en torno al fuego. – Bien ahora que estamos a salvo debemos pensar que hacemos, si atravesamos el bosque o venimos por donde hemos entado.- Los jóvenes parecían melancólicos y estaban cabizbajos hipnotizados por el fuego mientras las últimas palabras se difuminaban como si fueran un recuerdo lejano.

-Seguro que Sargas, entra a buscarnos, sabemos que el hechicero nunca a ha creído en la fama de este bosque y muchos lo han visto atravesar la linde y volver a las pocas horas con plantas. Por lo que creo que deberíamos seguir adelante y que los dioses nos bendigan, pues si volvemos los dioses nos tendrán que acoger en su morada.-

Los tres jóvenes volvieron a quedarse en silencio un rato. – Entonces parece que la decisión ha sido tomada, descansemos unas horas y pongámonos en marcha cuanto antes, pues si Sargas sale en nuestra búsqueda, tendremos unos cuantos kilómetros de ventaja-. Todos asintieron. – Yo hare la primera guardia, descansar y si ocurre algo os aviso, y sino dentro de dos horas os llamo para que me reemplacéis-.

Los dos jóvenes que les tocaba descansar extendieron sus capas y se acostaron. El ambiente aunque no era el apropiado para la época del año en la que estaban, era relativamente cálido y eso hizo que la mayor parte del sueño durmieron sobre las capas y no arropadas con ellas.

Habían pasado unas cuatro horas desde que llegaron al claro y el silencio y la quietud del bosque ayudaron a los tres jóvenes a descansar. Pero poco antes de que se pusieran en marcha algo hizo que su atención se centrara en el noroeste del bosque, apagaron el fuego echando un montón de tierra encima dejándolos a oscuras y miraron en aquella dirección.

Un fuego verde azulado danzaba entre los árboles y se dirigía a su posición, Rápidamente los jóvenes se dispusieron a esconderse con las espadas desenvainadas. Los tres observaban con creciente temor como la llama verde azulado seguía su camino. Cuando estaba a escasos diez metros de la linde del claro pudieron ver que se trataban de una pequeña linterna en la que el fuego ardía, pero aun así eso no les quito el nerviosismo de encima, pues si había una linterna también habría alguien sosteniéndola.

Dicho y hecho, tras la linterna comprobaron que una figura empezaba a contornearse. No era mayor que un niño de diez u once años. Pero como sabían, en aquel bosque que tenía a sus espaldas leyendas misteriosas e historias de terror para asustar a los niños que no se portaban bien, era imposible que un niño pequeño se adentrara tanto en el bosque.

Por ello se mantuvieron esperando y conteniendo el aliento durante unos cuantos minutos. El pequeño ser se había desplazado al centro del claro donde se mantenía esperando. Tras esos minutos de espera, nuevas luces de diferentes colores fueron apareciendo por la linde contraria del claro donde estaban esperando los tres sujetos.

Las luces parecían estrellas en una pequeña galaxia, pues cada una era de un color diferente y no había dos iguales en todo el claro. Por lo que podían ver los tres compañeros era que se estaba celebrando una reunión de la cual no se podía averiguar mucho solo que parecieran que estuvieran esperando a algo.

-¿Qué hacemos? Tarde o temprano nos descubrirán y a saber que son esas criaturas y que nos podrán hacer por espiarlos en lo que parece algún tipo de reunión- los susurros llegaron débiles a los oídos de los otros dos pero no a los fino y agudos oídos de las criaturas que rápidamente se dieron la vuelta y todos a la vez adelantaron sus linternas alumbrando la zona donde los tres estaban escondidos dejándolos a la vista de todos los presentes.

Rápidamente la mayoría de las criaturas retrocedieron al ver a los tres humanos, pues muchos de ellos no habían visto nunca a un humano, pero las que se quedaron quietas se podía percibir por su semblante que habían visto muchos humanos y sus encuentros habían sido muchos a lo largo de muchos años.

Las voces aflautadas de las criaturas debido a la impresión se fueron diluyendo conforme el tiempo iba trascurriendo y el silencio se iba posando en el claro. –Salir fuera de ahí- La voz de una de las criaturas que tenía un timbre más grave fue la que con cierto acento los insto a salir de detrás de los arbustos.
Los tres compañeros salieron poco después pues pensaron que era un poco tonto quedarse allí escondidos una vez que los habían descubierto. –Disculpar nuestra intromisión no sabíamos que hacer, por eso nos quedamos aquí escondidos – El humano que tenía el color del pelo rubio y que se hacía llamar Lalon era el que parecía el líder de los tres, o por lo menos tenía más aplomo pues los tres estaban seguros de que la muerte había logrado alcanzarlos de nuevo y que el bosque solo había sido un pequeño rodeo para ella.

-¿Qué es lo que haces en nuestro bosque? – La criatura cada vez tenía más confianza en ella misma, pues aunque había tenido encuentros con humanos antes estos encuentros habían sido tan dispares unos de otros que no podía hacerse una idea global de los humanos.

Pril que era el hermano mellizo de Lalon y que tenían el pelo de un rubio arena se quedó mirando a la criatura pues sabia de que se trataba y cuando lo confirmo no pudo evitar que se le escara una exclamación- ¡Duendes del bosque!-.

Todos se lo quedaron mirando y este ante tal hecho se ruborizo, e intento mantener la compostura. – Parece que los humanos habéis aprendido mucho en estos últimos tres siglos que llevamos sin veros-. Lalon que se recompuso de la temeridad de su hermano dio un paso al frente y bajo los ojos hasta los duendes que estaban allí prestos con sus armas.

-No queremos haceros daño, entramos en el bosque para escapar de las huestes del barón Casrol que nos persiguieron hasta la linde del bosque de Lanvers, y como no teníamos más alternativas para salir vivos de la situación nos adentramos en el bosque hasta que hemos dado con este claro-.

Los duendes parecían meditar las palabras de Lalon durante unos minutos. Uno de ellos avanzo un par de pasos y se colocó delante de los demás duendes del bosque.

-Veo que decís la verdad, pues de otra manera ya serias comida para la hierba e insectos que habitan esta.- Y aunque su voz era melodiosa y su rosto era pacifico, la implicación de aquellas palabras dejo en los jóvenes un sentimiento de congoja. –Por ello antes de tomar cualquier decisión respecto a qué hacer con vosotros queremos oír vuestra historia, pues sois los primeros seres altos que han pisado este claro en dos siglos-.

Tras esto los duendes se acercaron al que los jóvenes consideraban el  portavoz, pues era el único que había hablado hasta el momento, y comenzaron a rodear a los jóvenes creando una semi circunferencia enfrente de ellos. El portavoz se sentó sobre aquel mar verde y los demás le imitarion, mientras el portavoz invito a los jóvenes que hicieran lo mismo para que empezaran a contar su historia.

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