miércoles, 24 de julio de 2013

El hermano I



El sonido de las cigarras inundaba toda la zona, el calor del verano de ese año hacia que cualquier sombra fuera una bendición ante los abrasadores rayos solares.

La sombra de un enorme nogal era el sitio perfecto para tomar un pequeño descanso hasta que las horas más calurosas pasaran y que la brisa de la tarde noche comenzara a aparecer e hiciera más fácil el viajar por los caminos del reino.

Así que solo tuvo que tumbarse en aquella placida sombra, su seguridad estaba garantizada, ya que nadie se atrevería a atacarlo dentro de las fronteras del reino. Por lo que tras quitarse la espada del costado y dejarla a un lado se tumbó y se quedó traspuesto.

Su sueño había sido más pesado de lo que él creía y por ello no se percató del hecho de que tras despertarse y aun con los ojos somnolientos no se diera cuenta de que estaba completamente rodeado de hermanos de la flecha roja.

Tras despejarse la mente con un buen revés de mano propinado por el que parecía el líder de la patrulla, se percató de que había cometido un error, pero que aún había posibilidades de arreglarlo.

Pero no fue así y una de las flechas rojas, por las que eran conocidos los hermanos, atravesó su cabeza provocándole la muerte instantánea. Tras unos segundos el cadáver quedo a la intemperie sin nada más que unos calzones que le tapaban sus partes.

El grupo continúo su avance sin más intrusiones hasta que llegaron a las murallas de la ciudad. En ese momento se cambiaron las vestimentas por unas más sencillas, haciéndose pasar por simples campesinos y comerciantes que entraban en las murallas en busca de algún viviere, o a comerciar con algo.

Tras pasar las murallas sin más impedimento que una mirada desganada de los guardias, los cuatro componentes del grupo se dividieron cada uno dirigiéndose a la zona designada en la misión que le habían encomendado, palacio, iglesia, guardia de la ciudad y banco de la ciudad.

La noche llego y los cuatro estaban en sus posiciones, la tarea encomendad era simple, matar a los cuatro grandes de la ciudad, y después salir de allí sin más.Una tarea difícil pero no para ellos, los hermanos de la flecha roja era un gremio de los mejores asesino de aquella parte del mar, contratados por reyes y plebeyos por igual, su tarea era el bello arte da muerte.

La hora para la tarea había llegado y como si fueran una sola mano los cuatro ejecutaron su tarea sin incidentes. Y pocos minutos después se reunieron en el lugar acordado para salir de la ciudad, pero no habían pasado ni dos segundos cuando estaban rodeados de la guardia real.

Dos de los asesinos cayeron con las tripas abiertas al intentar escapar, mientras que los otros dos al ver a sus hermanos caídos intentaron suicidarse, solo teniendo uno la fortuna de hacerlo mientras que el otro fue detenido a tiempo por el guardia al mando. Este último fue llevado a las mazmorras del castillo a la espera de ser interrogado.

No tardó mucho en llegar el interrogatorio, pero los hermanos de la flecha roja, entrenados desde los cinco años, tenían la fama de ser parcos en palabras y exagerados teatralidad cuando lo demandaban.

Sabemos que sois de la flecha roja, así que no me iré por las ramas y te dejare solo con tus pensamientos lo antes posible. Dime quien os contrato y podréis morir rápido. –El asesino con aquella mirada oscura no contesto nada mientras no dejaba de mirar al guardia- Bien, pues nada dentro de cinco minutos te devolveremos a tu celda y mañana seréis ejecutado pero antes quiero que leas esto.

El guardia dejo el pergamino encima de la mesa para que el asesino lo leyera. Las letras estaban escritas en rojo sangre y tras acabar de leer reconoció la firma enseguida.

Tras pasar más tiempo del que había estipulado el guardia y con muchos recursos a su alcance, regreso con una sonrisa taimada y cínica en la cara. Pero pronto desaparecería al ver que el asesino le devolvía la sonrisa, pero una sonrisa que heló el corazón al guardia y lo dejo plantado como un poste recubierto de hilo.

Solo necesito dos segundos para librarse de las cadenas y con un cacho de madera rajarle la yugular al guardia, dejando un charco de sangre en el lugar donde reposaba el cuerpo.

Tras eso le arrebato, las llaves, el puñal y la espada al cadáver y salió de la estancia dejando un reguero de muertos por allí donde pasaba.

Tras media hora y doce cadáveres de guardias salió a la calle y lo primero que hizo fue disfrazarse de vagabundo, así podría enterarse de todo sin levantar sospechas ni llamar la atención de la guardia que había sido doblada por la ciudad.

Tres días habían pasado desde su fuga y la ciudad estaba más alerta por si daba señales de vida, pero el asesino consiguió burlar la guardia y adentrarse en los aposentos del rey.

El amanecer estaba cerca y el asesino oculto en las sombras de la alcoba observaba como el rey seguía vivo, y como al que había matado había sido a un simple doble.

Cuando el rey despertó su vejiga se aflojo dejando el camisón y las sabanas manchadas de meados, ya que la visión del asesino al igual que al guardia le heló la sangre.

No se preocupe alteza, no voy a matarlo, solo os voy a decir que su yerno fue el que nos contrató, y ahora si es tan amable quisiera pedirle un favor. –El rey asintió tras tragar la saliva que se le estaba acumulando en la boca-. Quiero que me dejéis hacer mi trabajo sin impedimentos.

El rey volvió a asentir, y cuando volvió a mirar a las sombras después de unos segundos de distracción el asesino había abandonado la alcoba. Una ráfaga de aire hizo que el rey mirara por la venta y a continuación llamara a la guardia ordenándoles que levantar la estrecha vigilancia durante dos horas.

Los guardias algo confusos obedecieron y el asesino agradecido salió de la ciudad en busca de su siguiente destino, la hermandad de la flecha roja.

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