Oscuridad, oscuridad, oscuridad. Eso era todo lo que veía con
sus ojos durante casi todo el día, pues por un breve instante podía ver la luz
y le confirmaban que aún sus ojos le funcionaban después de quince largos años
allí abajo encerrado.
La única luz que veía y le hacía posible no volverse uno con
la oscuridad era la de la luna cuando la comida le llegaba en un cubo. Aunque
rehuía esa luz ya que sus ojos sufrían con ella, así que se refugiaba en la
esquina más lejana de la abertura.
Durante quince años no había tenido ningún tipo de contacto
con nadie, pero no era necesario para él ya que durante la mayor parte de su
vida anterior había sido un sabio más, encerrado en su estudio, leyendo grandes
volúmenes arcanos y formulando sus propios conjuros, pero hasta eso le habían
quitado.
Un simple hechizo le había convertido en lo que era ahora.
Su contacto con la fuente arcana de aquella zona y con la de cualquier zona
había sido cortada de raíz, su poder había sido eliminado por sus congéneres y
olvidado en aquel agujero.
Y todo por el simple hecho de conjurar algo prohibido para
su estudio. Y eso era lo que había pasado pues estudiar hacía tiempo que ya no le llenaba y tenía que probar, experimentar
en sus carnes todo lo que estudiaba, y en aquella época los estudios eran sagrados
y nadie bajo ningún concepto podía experimentar sin la aprobación del circulo
de ancianos.
Pero él había desistido de la concesión del círculo por ser
muy lento en sus deliberaciones y había apostado todo a una sola carta, ya que
su arrogancia juvenil le daría algo con que acallar las protestas posteriores
que los ancianos pudieran tener.
El experimento salió mal y desde aquel día por el mundo
vagan las más asquerosas de las criaturas invocadas desde un plano astral
diferente y cuya puerta aún permanece abierta por la inconfundible y desastrosa
incapacidad del círculo de ancianos de poder cerrarla.
Por ello el castigo fue el más severo que a un sabio del
círculo inferior se le podía dar, la ruptura con el nexo y el absoluto olvido.
Y así fue condenado y llevado a aquel agujero en las montañas escarpadas de los
kotos, en uno de los diez agujeros escavados en ellas donde residían o habían
residido los más peligrosos criminales que el círculo de ancianos había
encerrado por sus atrocidades.
Durante los primeros cinco años las bestias asolaron de
norte a sur y de este a oeste las tierras por las que pasaban. Pero aun así
hubo muchos focos de resistencia que ganaron a estos seres malignos y
despreciables.
Y durante los diez siguientes, las fuerzas autóctonas
consiguieron parar el impulso inicial y asestar algún que otro duro golpe a los
visitantes haciéndoles retroceder. Por eso ahora se sigue librando la batalla a
menor escala y unas veces unos y otras otros, consiguen mantener un precario
estado de equilibrio.
Pero lo que el circulo de ancianos no se atrevía a hacer lo
quería hacer un joven guerrero de una aldea que habían perdido gran parte de su
población ante los constantes asedios, ya que esta estaba asentada en el linde
occidental que daba a la abertura al plano astral.
Este guerrero había elegido esta profesión ante su negativa
al círculo, porque no quería ser un miembro de este debido a lo que habían
hecho, y aunque sus dotes para el arte del guerrero dejaban mucho que desear,
había logrado grandes victorias contra los demonios del otro plano gracias a su
inteligencia, lo que llevo a que el circulo quisiera tenerlo en sus filas.
De constitución normal, de fuerza justa y musculatura
fibrosa pero sin mucha consistencia había sido nombrado jefe de la milicia de
la aldea, su trabajo consistía en mantener el orden y defender la aldea, y
hasta ahora lo había logrado con exquisita satisfacción para el consejo de
ancianos del pueblo.
-Lo haces bien, es más lo haces muy bien, y por ello hemos
de darte esta noticia. – Tras unos segundos de reflexión y silencio los
ancianos le dieron la noticia,- has sido llamado por el rey de los kotos para
cierta misión. Tus resultados han llegado a sus oídos y quiere verte-.
El joven sabía que ser llamado por el rey de los kotos el
cual era el líder supremo de la región, además de ser un destacado guerrero y
un filósofo inmortalizado en vida, era todo un honor y privilegio.
-Pero y que será de la aldea, no puedo dejar mi puesto
después de que los demonios vuelven cada vez con más furia. – El joven Saskian
se negaba a realizar aquel viaje, se debía a su aldea, y a su gente- Eso está
solucionado un destacamento de cincuenta soldados imperiales se desplaza ahora
mismo hacia aquí, para sustituirte-.
La noticia y cantidad de soldados imperiales, los mejores de
toda la región y más famosos, hicieron que Saskian tuviera una mirada de
orgullo en sus ojos, ya que según parecía dejaba en buen lugar a los habitantes
de la aldea y además muy bien protegidos.
-Está bien, cuando lleguen saldré hacia la capital Kantaria
para entrevistarme con el rey. –Fue la última palabra de afirmación que salió
de la boca de Saskian ya que antes no saldría de allí. Y así fue una semana
después de que los cincuenta soldados imperiales llegaran a la aldea Saskian
los puso al día, y gratificado por las alabanzas que el comandante de la tropa
le dio ante las defensas y técnicas empleadas por el joven.
Nada más salir los primeros rayos de sol tras la llegada de
los soldados, Saskian partió hacia Kantaria donde su reunión con el rey kotos,
tendría lugar, pero no sin antes llevarse una grata y agradable sorpresa.
De camino a Kantaria, Saskian dejaba a atrás paisajes, de bosques,
llanuras y montañas, su montura volaba sobre los caminos y no era de extrañar
ya que era un purasangre del norte, aquellos seres eran grandes velocistas y
tenían una gran resistencia, por ello al día Saskian recorría una o dos leguas,
una distancia que le hizo recorrer el camino desde la aldea hasta la capital en
menos de una semana.
Tras llegar a las puertas de Kantaria se quedó enmudecido y
asombrado por la espectacular vista que se abría ante él. Además de la
complejidad y magnitud de la capital su arquitectura era fabulosa, toda llena
de arcos, bóvedas, contrafuertes y arbotantes, columnas, capiteles, y sobre
todo con los grandes ventanales y vidrieras.
Según avanzaba por las calles, podían ver elementos más
secundarios como detalles esculpidos en las fachadas de las grandes casas,
zócalos, frisos, azulejos y molduras, que hacían de las paredes auténticas
esculturas vivientes.
Estas cosas a Saskian que aunque guerrero y pueblerino,
también tenían cierto grado de modales y era alguien versado y culto. Pero no
estos detallas y obras de arte arquitectónicas no fueron lo que más impresión a
Saskian, ya que al llegar a al castillo su boca no pudo permanecer cerrada ante
la exquisita y majestuosa obra de arte.
Grande como su aldea sola, y con detalles que eran
inexplicables para él, se alzaba el castillo donde el rey de los kotos vivía.
Tras varios minutos contemplando el palacio, uno de los guardias se le acerco. Aún
estaba montado en el purasangre norteño.
-Esta estorbando el paso – Saskian se volvió para mirar al
soldado. Y tras centrarse de nuevo se sonrojo por la falta de modales que había
tenido. – Lo siento, me he quedado embobado con el palacio-.
El soldado asintió al ver sus modales que aun refinados eran
claramente de un pueblerino y de los alejados. Tras bajarse del caballo Saskian
pregunto al soldado que venía a ver al rey porque lo había hecho llamar, el
soldado asintió ante las palabras de Saskian pero aún tenía que comprar la
historia así que lo llevo a la zona donde estaba el cuartel de la guardia real
y allí llevaron su caballo a los establos de esta hasta que se confirmara su
visita.
Las horas pasaron y Saskian veía como el día empezaba a
decaer, cuando uno de los guardias reales asomo por la sala de invitados. Allí
se presentó a Saskian y le invito a que lo acompañase ya que cenaría con el rey,
pero antes le llevarían a sus aposentos para que se refrescara y asease para la
cena.
Así fue, tras llevarlo a sus aposentos Saskian se aseo y se
puso las vestimentas que los criados habían dejado encima de la cama y tras
llamar a los criados estos a su vez llamaron al chambelán del castillo que
acompañaría a Saskian ante el rey.
Una vez en la sala del trono Saskian se arrodillo en señal
de pleitesía y lealtad al rey, pero este rápidamente le insto a que se
levantara y se acercara hasta donde le habían reservado su asiento a la mesa.
-Saludos joven Saskian, he oído hablar mucho de ti estos
meses pasados, y por fin puedo verte con mis propios ojos,- el rey hizo una
pausa observando al joven que a simple vista le había resultado muy poca cosa
comparado con sus jefes militares. -Espero que haya sido para bien su majestad,
de todas formas solo hacia mi trabajo y defendía mi hogar como cualquier hombre
hace ante una situación como la que nos encontramos en mi aldea a diario-.
El rey asintió, ya que a pesar de su aspecto físico tenia
gran iniciativa y predisposición a no dejarse amilanar por quien tuviera
enfrente y la situación que estuviera viviendo. Así que dejo que las palabras
vacuas y formales fueran la punta de la conversación durante la cena.
-Entonces ¿usaste las propias calles de tu aldea para emboscar
a unos cincuenta demonios? –Pregunto el rey asombrado por la inventiva de
Saskian, el cual asintió – y no solo eso majestad, use el conocimiento de las
casas que componen mi aldea para además masacrarlos y no dejar a ni uno con
vida.- El tono de orgullo y autosuficiencia que dejo escapar fue más de lo que
el pretendía, y eso hizo que el rey se riera a carcajadas.
-Interesantes estratagemas usas joven, muchos de mis jefes deberían
aprender algo de ti, eso nos habría ahorrado muchas pérdidas innecesarias en
esta guerra que llevamos casi dos décadas enfrascados-.
Pero el rey viendo que la cena ya estaba casi en su cenit,
empezó a ponerse serio e hizo que los criados y el chambelán salieran de la
sala retirando los platos y buscando el postre, y así darle tiempo al rey para
enfrentar la verdadera intención de la reunión.
-Saskian no te he llamado para que me hables de estrategias
y como realizas tus funciones en tu aldea, aunque si he de serte sincero me han
agradado y hablare con mis jefes militares para que pongan en práctica alguna
de tus ideas. Pero dejando eso de lado – hizo una pausa para ver la reacción
del joven, y ante no encontrar reacción continuo- estas aquí porque serás el
elegido para una misión que no puedo confiar a mis servicios militares, ya que
es una misión de suma importancia y si supieran que estoy inmiscuido en ella,
puede que la forma de vida que llevamos en estas tierras acabe debido a que no
podríamos enfrentarnos a dos enemigos a la vez-.
El rey paro de hablar para tomar un sorbo de vino y tomar
algo de aliento, mientras dejaba que sus palabras se hicieran un hueco entre la
maraña de pensamientos del joven. Cosa que si lo hizo como en todo lo que llevaban
de velada no demostró.
-Majestad creo que no soy el adecuado para tal empresa, es
demasiado el riesgo según sus palabras, y sería una fuerte carga en mi
conciencia si la misión fuera un desastre. Así que si….-Se interrumpió ante la
mirada ceñuda del rey. – Por eso he hecho llamarte Saskian, mis espías me han
hablado de ti, sé que no eres lo que aparentas, es más eres y serás una fuerte
apuesta por el circulo de ancianos para entrar a formar parte de ellos, pero
que hasta ahora has rehusado la invitación porque según tú, hay momentos en los
que más vale fuerza que maña, aunque tu empleas ambas al mismo tiempo con muy
buenos resultados. También conozco que desde pequeño fuiste educado y tratado como un
miembro del círculo de ancianos por tu padre y tu madre, y por eso eres el
kotos más importante que pisa esta tierra para salvarla de sus males-.
El breve discurso del rey empezaba a hacer mella en el joven
Saskian que miraba por primera vez con estupefacción y recelo al rey, al cual
creía que su conocimiento y buenas maneras hacían improbable que tuviera algún
tipo de ataque del que había experimentado ahora Saskian.
-Pero primero escucha mi propuesta y luego serás libre de
decidir si aceptas o no aceptas, porque ante todo sabemos que si alguien no
quiere hacer algo, por mucho que se le obligue la empresa será todo un
desastre.- Las palabras del rey hicieron que el cauteloso Saskian aceptara a
oír la propuesta y después decidiría si partiría o no.
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