Y que me estas queriendo contar con eso piltrafa sin cerebro.- Y
tras escupir en la cara de sus subordinado el hacha callo y le partió por la
mitad.
Ahora, ¿alguien tiene alguna queja de la orden que he dado? - todo
miraban con miedo al jefe de guerra, y nadie se atrevió a decir ni mu.
Muy bien ahora tu -señalo a uno de los primeros de la fila- eres
el segundo al mando. Ahora haz lo que he ordenado.
Si mi señor – la mirada del jefe de guerra se encrespo- es decir
sus deseos serán cumplidos jefe de guerra.
El gesto del jefe del guerra se relajó, dejo el hacha llena de
sangre y sesos apoyada contra el trono de calaveras y tibias donde se sentaban
los jefes de guerra del clan machacapiedras, mientras los reunidos en la sala
empezaron desfilar para cumplir las órdenes.
Las órdenes eran estrictas, hostigar, matar y saquear a los
humanos y enanos que se adentraran por el camino argénteo que recorría la
región del sur hacia las montañas nubladas.
Los primeros en caer bajo el asedio orco fue una caravana de
mercancías agrestes que se dirigía a la ciudad de los vientos, y aunque tenían
escolta, no fue suficiente ante la marea de orcos que los superaban treinta a
uno.
Y así con los demás comerciantes que se aventuraban por aquella
zona.
Los meses pasaban y las caravanas de mercancías eran cada vez
visibles, cada mes como mucho pasaban dos caravanas, pero nunca llegaban a su
destino, haciendo que los orcos de las montañas ganaran todo el territorio que
se extendía desde las montañas nubladas
hasta el rio Cubin que era la frontera natural de esta región con las
regiones habitadas del sur.
Y así llego el invierno, las primeras nieves cerraron el paso de
las montañas que separaba a los páramos gélidos de las tierras fértiles a la
ladera de las montañas, dejando a los orcos como dueños y señores de los valles
verdes de Rodendal.
Y fue en ese tiempo que los orcos acampaban a sus anchas por los
valles, pero también fue el tiempo en que la rivalidad de las diferentes tribus
empezó a salir a la luz.
Los orcos machacapiedra eran los más antiguos de la zona, todas
las demás tribus, eran o descendientes de estos o habían llegado del este, mas
allá de las colinas calizas que los enanos se habían adueñado hace siglos.
Pero aun así se podría decir que a diferencia de los humanos o
enanos, los orcos son una raza tribal en la que predomina la ley del más
fuerte.
Por ello el clan rojosnegros, quería hacer imperar dicha ley,
haciéndose con los restos de las ya extintos, por su mano, clanes de barbas verdes y rebanacabezas, para
así obtener mayor número de efectivos.
Los movimientos de clanes se fueron produciendo a lo largo de todo
el invierno dejando cuatro clanes principales, los machacapiedras, el clan con
mayor estatus y poderío, el rojosnegros, los trituradores, y los comecraneos.
Las escaramuzas eran constantes entre estos clanes, hasta que el
jefe de guerra de los machacapiedras convoco una asamblea en la que fueran los
cuatro jefes y los cuatro chamanes principales.
Esto es simple -el tono gutural
del jefe de guerra machacapiedras rompió el aire como si un estruendo hubiera surcado
la tienda de campaña- yo soy el que más poder tengo, os hare mis generales si rendís
ahora las armas y me ofrecéis la lealtad de vuestras tribus y la vuestra.
La insólita declaración hizo que el resto de jefes de guerra
rugieran y gruñeran ante tal atrevimiento.
¿Quién te crees que eres para dice eso sin luchar? Las tradiciones
siempre han sido seguidas a rajatabla, y no puedes saltártelas cuando quieras
porque creas que eres el que más poder tiene.
Grundor se quedó mirando al jefe de los rojosnegros con un ademan
airado y con sus ojos inyectados en sangre – Luchar, grrrr, no sabes lo que
dices estúpido cabeza de enano, no me durarías
ni tres segundos.
Y sin previo a viso, cinco brutos del clan machacapiedras entraron
en la tienda con sus azagayas y espadas y atravesaron al jefe de guerra de los
rojosnegros.
Alguien más quiere decir algo o estáis satisfechos con mi oferta
–Grunder tenía una expresión divertida en la cara, mientras que los otros jefes
de las tribus restantes estaban atemorizados ante tal hecho-.
Yo no tengo problema alguno –indico el jefe de los comecraneos-
mientras me dejes conservar mi emblema – Los otros dos restantes asintieron a
las palabras de este y establecieron la misma solicitud-.
Me parece bien, siempre y cuando seis leales al gran Grundor,
caudillo de los orcos y azote de los humanos.
La reunión acabo, y una gran fiesta se celebró donde los orcos
cantaron, vitorearon la nueva alianza y pronunciaban promesas de asesinamiento
y derramamiento de sangre, pero no todo sería como ellos pensaban, pues las
primera unión de los clanes orcos hacía ya un par de milenios, había llegado a
casi la extinción de la raza.
Por ello Grundor sabía que tenía que darles algo con que
entretenerse y sabia donde tenía que ir a buscarlo, y tres días después partió
en busca de ese entretenimiento.