Cada milenio en uno de los cuatro reinos de Arastar, hay un
niño que posee el don o la maldición, según se mire, de ser llamado el sin
nombre.
Esto se ha realizado desde que los dioses primigenios
crearon a los hombres y demás razas inteligentes de Arastar. Pero con los nuevos dioses esta tradición se
fue perdiendo a lo largo de los siglos y solo son cuatro clanes los que aún
conservan esta tradición.
Dos de estos clanes
servían al dios primigenio del deseo y otros dos al de la virtud.
Cada niño sin nombre pertenecía a estos clanes ahora
considerados sectas o cultos religiosos paganos.
El padre de todo así lo dispuso tras la disputa de sus
cuatro hijos después de la creación del mundo, dándole a este la opción de elegir
en que clan nacería el siguiente ser sin nombre.
Para ello el niño nacido que será el niño sin nombre sería
el único niño de todo Arastar que pasados los 5 días de rigor después del parto
a su madre no se le presentara el sueño que le mostrara el nombre del bebe.
Después de cuatro milenios en los que el sin nombre ha
nacido en el clan de los arknuks, y ha llevado al mundo a la casi total
aniquilación por guerras, hambruna y desesperación los tres clanes restantes
esperan que este nuevo milenio traiga al sin nombre a su seno, y puedan terminar
con la hegemonía de los arknuks.
Todos en los cuatro clanes estaban expectantes al día del
nacimiento del sin nombre porque todos sabían lo que se podían jugar, unos
continuar con su hegemonía otros cambiar las tornas y los otros tener poder
para establecer sus ideas.
Pero nadie contaba con que el mundo es caprichoso y por
tanto podría hacer su elección con cualquier ser que naciera de nuevo.
Una noche de lluvias torrenciales y vientos huracanados
cerca de la costa del jilguero había una pequeña villa de elfos y semielfos que
convivían en armonía ya que el clan de los elekt, que eran adoradores de la
Brank’id o la madre como ellos la conocían,
habían proclamado la pureza de sangre y todo elfo contrario a tal
ideología o mestizo estaban excluidos de este clan.
El parto se presentó si aviso, aún quedaban dos meses para
salir de cuentas ya que el estado en cinta de los elfos era de unos 10 u 11
meses, según la anatomía de la elfa o semielfa. Por lo que las matronas de la
ciudad se pusieron rápido en marcha.
El parto no tuvo ninguna adversidad y el elfo recién nacido
era un varón de constitución más bien enclenque.
Tras el parto todo se quedó en silencio, todos sabían que
aquel niño estaba ligado al devenir del mundo y a la vez no sabían nada sobre
lo que aquel acontecimiento había puesto en marcha.
Aun así todos los que allí presenciaron el hecho, hicieron
un pacto de sangre y silencio, nadie hablaría, nadie mencionaría nada, y si
alguien preguntaba se lo eliminaría para siempre.
Todos querían que aquel niño fuera un niño normal, que se
criara como un niño más de la aldea, y disfrutara de su niñez plena y
satisfactoriamente, ya que si el destino lo reclamara ya habría tiempo de
hacerlo pero las preguntas no se podían silenciar por las buenas y sobre todo
aquellas que eran más afiladas.
¿Qué sucedería ahora que el nuevo sin nombre había sido
elegido de una pequeña aldea no afiliada a ninguno de los cuatro clanes? ¿Qué
futuro le esperaría a aquel niño que sería el que decidiera el devenir del
mundo?
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