El ulular de los arboles era una canción melodiosa y
armónica para sus oídos que junto con el trino de los pájaros componían una
sinfonía de extrema calidad para aquel elfo apostado en su rama.
Siempre se le había considerado un gran guerrero con sobrada
experiencia en el arte de la guerra, pero nadie sabía que también era un gran
adorador de la belleza que las largas horas de vigilancia de los bosques y
patrullas hacían de él lo que era.
Siempre tenía a mano su arco de roble con hilo de plata, con
sus flechas de plumas negras caídas de los cuervos que las hacían tener un
equilibrio para el perfecto.
A su cintura siempre colgaba una espada de manufactura
rudimentaria y una daga con inscripciones en elfico y su atuendo cuero negro
verdoso para ocultarse y camuflarse en los árboles.
El súbito relajamiento al que estaba sometido se vio
interrumpido por la desbandada de un par de pájaros. En ese mismo momento sus
sentidos ya de por si agudizados por su duro entrenamiento y sus genes, se
pusieron en alerta.
Los ojos veían más allá de lo normal, podría decirse que
eran como catalejos naturales, sus oídos oian todo lo que había alrededor, y
sus músculos se empezaban a tensar convirtiéndolos en cuerdas duras de carne.
Y a lo lejos lo vio, una partida de cazadores, no pudo
distinguir la raza de estos pero no le importo, con una agilidad propia de una
pantera avanzo de rama en rama solo dejando caer un par de hojas de cada salto,
el silencio que envolvía el bosque era un silencio que para él se podía considerar
sobrenatural, pero eso no importaba en aquel momento, a medio kilómetro de los
cazadores pudo ver que eran barbaros de las planicies que se habían adentrado
al bosque a cazar, cosa que sabían que estaba prohibido.
Sin más dilación saco su arco y una flecha de plumas negras
de su cajac, la coloco en el arco y la tenso la cuerda de este. Disminuyo las
inspiraciones y expiraciones para mantener un pulso firme y no desviarse un
milímetro de su objetivo.
Tras unos segundos de preparación soltó la flecha junto con
la cuerda del arco y esta recorrió la distancia que los separaba a una
velocidad endiablada para terminar incrustándose en la cabeza de uno de los
barbaros.
Ya quedan tres – Volvió a tensar la cuerda tras sacar la
flecha y repitió la misma acción, la flecha esta vez se incrusto en el pecho de
otro bárbaro de piel morena y cabellos negros azabache.
Tras esto bajo de la rama y recorrió la distancia que lo
separaba de los dos barbaros restantes que recuperados de la sorpresa se
prestaron a atacar a aquel ser de aspecto frágil y esquelético.
El primero se lanzó con su espada gritando a su dios de la
guerra pero Inthar no prestaba atención,
La espada paso a escasos centímetros de la cara de Inthar,
pero este no se inmuto con un giro de muñeca hizo que su espada rebanara el
brazo del barbaro que estaba recuperándose del fallo para atacar de nuevo.
Tras ver como el brazo volaba por los aires sin soltar la
espada, Inathar con un giro elegante de cintura se colocó al otro lado del bárbaro
y le secciono la garganta, haciendo que este se desplomara en el suelo, dejando
un charco de sangre.
El otro bárbaro que no había estado mirando las musarañas,
de un paso se colocó frente al elfo, y con su martillo de guerra barrio todo lo
que tenía por delante, salvo a Inathar que con un leve saltito hacia atrás salió
del radio de alcance del bárbaro.
No eran gran cosa pero se estaba divirtiendo, el siguiente moviendo
lo llevo a colocarse a corta distancia del bárbaro al cual con un giro de la
muñeca lanzo una estocada vertical que el bárbaro consiguió frenar con el mango
de madera bañado en plata de su martillo de guerra, pero tras una finta con el
pie izquierdo Inathar consiguió realizar un corte con una pequeña daga que
llevaba al cinto haciendo que el bruto diera dos pasos a atrás.
La lucha empezaba de nuevo el elfo y el bárbaro se miraba
con sumo respeto, ambos sabían que su contrincante era uno contrincante
formidable, pero ninguno del os dos se daría por vencido tampoco.
Por ello el bárbaro arremetió con su martillo de guerra
dejando múltiples vías de acceso descubiertas, cosa que al elfo no se le
escapo, y tras una finta a de izquierdas y otra de derechas consiguió
introducir su espada en las costillas del bárbaro llegando hasta al pulmón.
El bárbaro ante la nueva herida empezó a toser sangre pero a
la vez un frenesí de rabia lo enloqueció de tal forma que no sentía ningún tipo
de dolor, y en una última acción consiguió golpear al elfo en el brazo haciendo
que se partiera pero aun así el elfo consiguió clavar su daga en el cuello del
bruto haciendo que ambos cayeran al suelo, uno muerto y el otro desmallado por
el dolor de los huesos del brazo y las costillas rotas.
El espectador del combate una vez estuvo seguro que había
acabado este, bajo de su escondrijo y presto enterró los cuerpos de los
bárbaros y se llevó a Inathar lejos de allí.
Nunca aprenderás jovenzuelo cabezón.
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