Podía sentir el palpitar de la sangre como si estuviera a
escasos centímetros de la vena, pero no era así estaba a más de doscientos
metros. Aquello era muy distinto a lo que había leído, visto o escuchado.
Era una sensación sofocante, angustiosa e incluso ansiosa.
Era obsesivo, no podía dejar de pensar en aquella pulsación que sentía en su
cabeza.
Cuando lo convirtieron se lo dejaron claro, sino bebes
mueres, y si bebes debes matar, nadie puede quedar infectado con nuestro mal.
Entonces ¿porque él fue convertido? Esa era la pregunta que
esperaba con tanta ansia. Los libros decía que los vampiros fueron creados por
el mal para provocar el caos en el mundo, pero que al enterarse la el bien, les
maldijo a andar por la eternidad en las sombras.
Pero todo esto eran meras fantasías, el vampirismo siempre
ha estado en el mundo, si no en forma de chupa sangre, si en otras formas menos
sofisticadas. Los primeros vampiros humanos que hubo en la naturaleza fueron
creados por un accidente en los primeros siglos de raciocinio de la humanidad.
Un pseudo científico asiático consiguió separar con la
psudociencia de aquella época, es decir la alquimia, un componente raro en la naturaleza
que se obtenía a través de una planta ya extinta. Tras tomar ese componente el corazón le
dejo de latir, y murió, pero tras tres días volvió a la vida, esta vez con
poderes y capacidades sobrehumanas.
Podía acceder a zonas de su cerebro que ningún humano de la época
podía. Esto le proporciono conocimiento y ciertas habilidades muy por encima de
las humanas de aquella época.
Así es como dio comienzo la leyenda, una leyenda que en los
siglos posteriores seria deformada de tal manera hasta nuestra época que los
vampiros serian seres sobrenaturales engendrados por el diablo y maldecidos por
un dios benigno que quería proteger a sus creaciones.
Pero ni mucho menos, el vampiro venia de la ingeniería genética.
Desde el primer vampiro muchos otros han poblado la tierra unos con acciones
buenas y otros con malas. Pero todos con algo en común que no debían ser
descubiertos por los humanos normales y corrientes.
Y eso es lo que le había enseñado su creador, si tienes sed
bebe pero no infectes a nadie más, y si lo haces mátalo antes de que pueda
levantarse.
Entonces ¿porque lo habían convertido a él? Lla pregunta era
clara y concisa, pero la respuesta era esquiva y traicionera.
Ahora tenía que vivir como un ser eterno, vería pasar el
tiempo en todo su esplendor, hasta el fin de los días, a no ser que antes la
brigada de cazadores lo localizara y lo obligara a unirse a ellos o lo mataran.
Al igual que su creador era un vampiro neutral, no se
decantaba por los cazadores o por los varjot.
Todo había sido muy rápido, el gobierno lo sabía desde hacía
un par de décadas, y por ello había creado a los cazadores, vampiros que se suponían
benignos pero que con disciplina y buenas maneras había obtenido la filosofía de
que su don era para ayudar a los humanos en mejorar su patética vida, mientras
que los varjot, pensaban todo lo contrario, que ellos tenían que ser la cúspide
del poder, que debían mandar y los humanos ser simples esclavos y comida.
No les molestaba matar y dejar su rastro visible era una
plaga que asolaba todo aquello por donde pasaban. Pero los cazadores no eran a
los que más odiaban ni los humanos, porque unos tenían una meta como ellos, y
otros eran simple comida o esclavos, a los que más odiaban eran a los toinen,
porque no se decantaban ni por un bando ni por otro.
Aún así los varjot estaban ansiosos y excitados en aquella época
electrónica, tenían más poder que siglos atrás y eran más numerosos que los
cazadores, y sus batallas se contaban con victorias.
El mundo estaba siendo doblegado a sus dominós, y eran los
que empezaban a mandar en ciertas regiones, haciéndose pasar por humanos, pero
ostentaban el poder.
Y en esos dominós no había ni rastro de toinen, por lo tanto
¿porque estaba allí? ¿Por qué su creador lo había dejado solo en aquellas
calles de aquella ciudad varjot?
Todo le seria revelado en su preciso momento le dijo su
creador, y el seria quien tendría que decidir si quedarse, marcharse o luchar.
Solo Asmund tenía el poder para decidir qué era lo que quería hacer,
pero primero debía aprender a saber que era él.