El crepúsculo empezaba descender por el horizonte, y los
rayos del sol moribundo incidían sobre aquella cara hermosa y angulosa de
cabellos plateados. Sentada en una rama del árbol se deleitaba con el
espectáculo que la madre naturaleza le brinda y ello hacia que su corazón se
regocijara de tal evento.
Pero la distracción pudo más que la atención, y por ello no
se percató de lo que sucedía a su espalda. Una flecha le atravesó el pecho
desde la espalda.
Solo siento un pequeño pinchazo antes de caer desplomada al
suelo. La caída aparatosa y a la vez elegante la dejaron en el suelo.
Sus atacantes se acercaron pocos minutos después de haberse
asegurado que estaba muerta, pues la pantaliana era una raza algo peculiar y
característica.
Se acercaron y con un par de toques con el pie se dieron por
satisfechos y empezaron a hurgar en las pertenencias de la mujer.
Tras obtener oro, joyas y una bonita daga con un rubí
engarzado donde se junta la hoja con la empuñadura se largaron de allí, dejando
el cuerpo a su suerte y a la suerte de los carroñeros del bosque.
La noche hacia hora que había caído por aquella región
boscosa, y el cuerpo aun inerte seguía en el suelo sin hacer ningún movimiento.
Pero no importaba, ya que algo hizo que se moviera aquella carcasa de carne y
huesos.
El cuerpo se levantó, y se desclavo la flecha, los signos de
vida eran inexistentes, pero aun así el cuerpo se movía y en la mirada apareció
un resplandor verdoso. El cuerpo había cobrado de nuevo la vida, pero a la vez
había sido abandono.
Era una marioneta en manos de algo incomprensible para
cualquier mente racional, aquello no podía estar pasando pero a la vez estaba
pasando.
Duro un par de minutos que el cuerpo volviera a estar en
plena forma.
<<Hoy he tenido suerte, he conseguido un cuerpo joven
y longevo, creo que me divertiré mucho esta noche. >>
Tras hacer unos movimientos de calentamiento y adaptarse a
la mecánica del nuevo cuerpo el ser que ahora habitaba aquella morada seria el
ser que daría caza a aquellos que habían cortado la vida de aquella joven
pantaliana.
Los ojos verdes eran como dos fuegos fatuos que se movían
entre los árboles, la velocidad que podía alcanzar rallaba los límites de la
física, y en menos de dos horas dio con el rastro de unos humanos.
Mientras continuaba los recuerdos almacenados en la mente de
la pantaliana inundaban su psique, y se hacían parte de él, ya que él era un cúmulo de recuerdos, de vidas, de historias y de sentimientos.
Simplemente era el mecanismo ideal para vivir en receptores
que habían muerto y poder llevar a cabo su venganza.
Tras otra hora de búsqueda dio con el campamento de los
asesinos del alma que habitaba el cuerpo que el ahora poseía.
Su experiencia y la experiencias de los cientos de cuerpos
que había habitado le dieron la estrategia perfecta para acabar uno por uno con
aquellos seres despreciables. Espero paciente entre la maleza a que se
durmieran y bajaran la guardia.
No espero mucho no había trascurrido mucho de la media noche
cuando las llamas del fuego empezaron a menguar haciendo que las sombras
ocuparan poco a poco el campamento y ello le dio la señal de que estaba todo
preparado.
Primero se acercó sigilosamente hacia el linde del
campamento y tras oír y ver la respiración pausada y rítmica de los asesinos se
adentró más aun en el campamento. Primero hurgo en las pertenencias del mas
próximo encontrando objetos míseros que no le servirían para nada. Siguió
examinando con cuidado los demás petates y bultos que podrían contener algo,
hasta que dio con la daga, y en ese momento una oleada de recuerdo le invadió
dejándolo paralizado unos segundos.
<<Interesante, así que eres una cazadora y esta es tu
daga ritual de iniciación de los pantalanianos, Anthor, parece que hoy me has
proporcionado un cuerpo de lo más exquisito>>
Comprobó el equilibrio de la daga y comprobó que era
perfecto, un arma magnifica para su cometido.
SE acerco al que tenía más cerca y con un rápido movimiento
de manos le tapó la boca y lo degolló dejándolo con una nueva sonrisa que le
recorría todo el cuello de oreja a oreja.
Cuando por fin dejo de respirar por el desangramiento
procedió con el siguiente haciendo la misma maniobra, era como si allí no
hubiera nadie, era las misma negrura que se cernía por las noches.
El proceso duro pocos minutos, en tan solo media hora había
acabado con todo el campamento. Ahora era hora de recuperarse, para el día
siguiente.
Los rayos del sol no habían comenzado a salir cuando el
cuerpo de la pantaliana ya había salido del bosque y se dirigía a lugar donde
se suponía que tenía que regresar.
Los ojos verdes seguirán siendo el indicador de que en
realidad no era el alma de la pantaliana la que movía aquel cuerpo sino era
aquel ser que podía transmutarse de un cuerpo a otro cuando quisiera.
Al medio día hizo un alto en una aldea cercana al lugar de
origen de la pantaliana, comió y recupero fuerzas, ya que había pasado mucho
tiempo desde que había habitado un cuerpo tan magnifico.
Tras comer y descansar partió de nuevo y llego a la aldea
natal de la pantaliana, allí la recibieron con amor y alegría de que estuviera
viva, ya que su retraso había preocupado a los moradores de aquella villa. Pero
eso a él no le importaba, solo quería una cosa, hablara con el jefe de la
villa.
Os debo decir que este cuerpo está muerto, y el alma que lo
habitaba partió al más allá. –Empezó a hablar con la voz de la pantaliana, lo
cual se le hizo extraño, nunca había habitado en un cuerpo de mujer-.
El jefe de la villa atónito a sus palabras y con la
compostura rota, se recobró, y entonces lo entendió todo.
Así que la leyenda es cierta, aun existís- empezó a decir el
hombre canoso- ¿y que quieres ahora?
Según nuestras reglas un cuerpo muerto es como una ropa sin
usar, nos debemos a nuestro dios y las reglas son expeditas, si habitas un
cuerpo muerto por causa de un asesinato debes vengar ese cuerpo y devolverlo,
si ha muerto por causas naturales o enfermedad puedes quedártelo. Así que he
venido a devolver el cuerpo.
Se le quedo mirando con sus ojos verdes a los ojos azul
cristalino del anciano, mientras esperaba la pregunta que todos hacían y que
había oído miles de veces.
¿Y cómo lo hacemos? Todos te han visto con el cuerpo, todos
creen que eres ella y que ha regresado sana y salva.
La única forma ahora mismo es la muerte repentina, pero es
raro en una raza como la vuestra, así que no me quedas más remedido que dejarlo
abandonado en la linde de la villa.
Las miradas de ambos no se habían apartado del otro en
ningún momento, era como si ambas razas fueran lo suficientemente poderosas
para acabar la una con la otra y no sentir miedo por su muerte o erradicación.
Bien, así lo haremos, ¿cómo murió?
Un flechazo en el corazón desde la espalda. –el anciano
asintió y sopeso la información- Haz lo que tengas que hacer, mañana iré a
buscar yo mismo el cuerpo con mi hijo, y contaremos la historia que tengo ya en
mi mente.
La pantaliana asintió y salió de la tienda, no sin antes oir
un gracias por parte del anciano. Se dirigió al linde de la villa y allí
comenzó el ritual de desligamiento. Tras unos minutos y un resplandor verde
azulado que dio el origen a los fuegos fatuos el cuerpo callo de nuevo inerte
en el suelo.
<<Gracias por tu servicio joven pantaliana, no serás
olvidada>>
Y de nuevo el ser incorpóreo empezó a recorrer mundo hasta
un nuevo habitáculo.
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