sábado, 16 de marzo de 2013

El cazador sombrío



El crepúsculo empezaba descender por el horizonte, y los rayos del sol moribundo incidían sobre aquella cara hermosa y angulosa de cabellos plateados. Sentada en una rama del árbol se deleitaba con el espectáculo que la madre naturaleza le brinda y ello hacia que su corazón se regocijara de tal evento.

Pero la distracción pudo más que la atención, y por ello no se percató de lo que sucedía a su espalda. Una flecha le atravesó el pecho desde la espalda. 

Solo siento un pequeño pinchazo antes de caer desplomada al suelo. La caída aparatosa y a la vez elegante la dejaron en el suelo.

Sus atacantes se acercaron pocos minutos después de haberse asegurado que estaba muerta, pues la pantaliana era una raza algo peculiar y característica.

Se acercaron y con un par de toques con el pie se dieron por satisfechos y empezaron a hurgar en las pertenencias de la mujer.

Tras obtener oro, joyas y una bonita daga con un rubí engarzado donde se junta la hoja con la empuñadura se largaron de allí, dejando el cuerpo a su suerte y a la suerte de los carroñeros del bosque.

La noche hacia hora que había caído por aquella región boscosa, y el cuerpo aun inerte seguía en el suelo sin hacer ningún movimiento. Pero no importaba, ya que algo hizo que se moviera aquella carcasa de carne y huesos.

El cuerpo se levantó, y se desclavo la flecha, los signos de vida eran inexistentes, pero aun así el cuerpo se movía y en la mirada apareció un resplandor verdoso. El cuerpo había cobrado de nuevo la vida, pero a la vez había sido abandono.

Era una marioneta en manos de algo incomprensible para cualquier mente racional, aquello no podía estar pasando pero a la vez estaba pasando.

Duro un par de minutos que el cuerpo volviera a estar en plena forma.

<<Hoy he tenido suerte, he conseguido un cuerpo joven y longevo, creo que me divertiré mucho esta noche. >>

Tras hacer unos movimientos de calentamiento y adaptarse a la mecánica del nuevo cuerpo el ser que ahora habitaba aquella morada seria el ser que daría caza a aquellos que habían cortado la vida de aquella joven pantaliana.

Los ojos verdes eran como dos fuegos fatuos que se movían entre los árboles, la velocidad que podía alcanzar rallaba los límites de la física, y en menos de dos horas dio con el rastro de unos humanos.

Mientras continuaba los recuerdos almacenados en la mente de la pantaliana inundaban su psique, y se hacían parte de él, ya que él era un cúmulo de recuerdos, de vidas, de historias y de sentimientos.

Simplemente era el mecanismo ideal para vivir en receptores que habían muerto y poder llevar a cabo su venganza.

Tras otra hora de búsqueda dio con el campamento de los asesinos del alma que habitaba el cuerpo que el ahora poseía.

Su experiencia y la experiencias de los cientos de cuerpos que había habitado le dieron la estrategia perfecta para acabar uno por uno con aquellos seres despreciables. Espero paciente entre la maleza a que se durmieran y bajaran la guardia.

No espero mucho no había trascurrido mucho de la media noche cuando las llamas del fuego empezaron a menguar haciendo que las sombras ocuparan poco a poco el campamento y ello le dio la señal de que estaba todo preparado.

Primero se acercó sigilosamente hacia el linde del campamento y tras oír y ver la respiración pausada y rítmica de los asesinos se adentró más aun en el campamento. Primero hurgo en las pertenencias del mas próximo encontrando objetos míseros que no le servirían para nada. Siguió examinando con cuidado los demás petates y bultos que podrían contener algo, hasta que dio con la daga, y en ese momento una oleada de recuerdo le invadió dejándolo paralizado unos segundos.

<<Interesante, así que eres una cazadora y esta es tu daga ritual de iniciación de los pantalanianos, Anthor, parece que hoy me has proporcionado un cuerpo de lo más exquisito>>

Comprobó el equilibrio de la daga y comprobó que era perfecto, un arma magnifica para su cometido.
SE acerco al que tenía más cerca y con un rápido movimiento de manos le tapó la boca y lo degolló dejándolo con una nueva sonrisa que le recorría todo el cuello de oreja a oreja.

Cuando por fin dejo de respirar por el desangramiento procedió con el siguiente haciendo la misma maniobra, era como si allí no hubiera nadie, era las misma negrura que se cernía por las noches.

El proceso duro pocos minutos, en tan solo media hora había acabado con todo el campamento. Ahora era hora de recuperarse, para el día siguiente.

Los rayos del sol no habían comenzado a salir cuando el cuerpo de la pantaliana ya había salido del bosque y se dirigía a lugar donde se suponía que tenía que regresar.

Los ojos verdes seguirán siendo el indicador de que en realidad no era el alma de la pantaliana la que movía aquel cuerpo sino era aquel ser que podía transmutarse de un cuerpo a otro cuando quisiera.

Al medio día hizo un alto en una aldea cercana al lugar de origen de la pantaliana, comió y recupero fuerzas, ya que había pasado mucho tiempo desde que había habitado un cuerpo tan magnifico.

Tras comer y descansar partió de nuevo y llego a la aldea natal de la pantaliana, allí la recibieron con amor y alegría de que estuviera viva, ya que su retraso había preocupado a los moradores de aquella villa. Pero eso a él no le importaba, solo quería una cosa, hablara con el jefe de la villa.

Os debo decir que este cuerpo está muerto, y el alma que lo habitaba partió al más allá. –Empezó a hablar con la voz de la pantaliana, lo cual se le hizo extraño, nunca había habitado en un cuerpo de mujer-.

El jefe de la villa atónito a sus palabras y con la compostura rota, se recobró, y entonces lo entendió todo.

Así que la leyenda es cierta, aun existís- empezó a decir el hombre canoso- ¿y que quieres ahora?

Según nuestras reglas un cuerpo muerto es como una ropa sin usar, nos debemos a nuestro dios y las reglas son expeditas, si habitas un cuerpo muerto por causa de un asesinato debes vengar ese cuerpo y devolverlo, si ha muerto por causas naturales o enfermedad puedes quedártelo. Así que he venido a devolver el cuerpo.

Se le quedo mirando con sus ojos verdes a los ojos azul cristalino del anciano, mientras esperaba la pregunta que todos hacían y que había oído miles de veces.

¿Y cómo lo hacemos? Todos te han visto con el cuerpo, todos creen que eres ella y que ha regresado sana y salva. 

La única forma ahora mismo es la muerte repentina, pero es raro en una raza como la vuestra, así que no me quedas más remedido que dejarlo abandonado en la linde de la villa. 

Las miradas de ambos no se habían apartado del otro en ningún momento, era como si ambas razas fueran lo suficientemente poderosas para acabar la una con la otra y no sentir miedo por su muerte o erradicación.

Bien, así lo haremos, ¿cómo murió?

Un flechazo en el corazón desde la espalda. –el anciano asintió y sopeso la información- Haz lo que tengas que hacer, mañana iré a buscar yo mismo el cuerpo con mi hijo, y contaremos la historia que tengo ya en mi mente.

La pantaliana asintió y salió de la tienda, no sin antes oir un gracias por parte del anciano. Se dirigió al linde de la villa y allí comenzó el ritual de desligamiento. Tras unos minutos y un resplandor verde azulado que dio el origen a los fuegos fatuos el cuerpo callo de nuevo inerte en el suelo.

<<Gracias por tu servicio joven pantaliana, no serás olvidada>>

Y de nuevo el ser incorpóreo empezó a recorrer mundo hasta un nuevo habitáculo.

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