martes, 19 de marzo de 2013

La guerra invisible II



Joder Mcmartin, habéis creado una alianza, y encima lo habéis plasmado en un jodido papel. - El oráculo de Voldkoban mantenía el tipo con estoicismo ante el rapapolvo que se estaba llevando. -
 
¿Y quién será el comandante en jefe de la coalición? –Miro al teniente con preocupación-
 
Usted señor,  fue decidido por el mago de Iperberia y el bardo de Garitea.
 
El comandante
Perterson miro de arriba abajo a Mcmartin y después suspiro profundamente.
Bien ¿qué has tenido que ceder para que yo fuera el comandante en jefe de la coalición?
 
El teniente que esperaba la pregunta ya tenía la respuesta metódicamente calculada en su cerebro. -A mi señor-.
 
El despacho se envolvió en un incómodo silencio, hasta que el
comandante Peterson lo rompió.
 
Bien puede retirarse teniente,  por hoy es todo, vaya a descansar.
 
Mcmartin quería replicar ante la orden  pero sabía que sería inútil ya que solamente había visto de aquella forma al
comandante Peterson dos veces, por lo que salió del despacho.
 
Mientras el salía el ayudante del comandante entraba en el despacho cerrando la puerta detrás de él.
 
Mcmartin avanzó por el pasillo dirección de la salida,  ya que había sido trasladado y tenía que recoger sus enseres personales de su casa.
 
Señor el primer ministro quiere hablar con usted, parece que ha tocado muy alto esto de la alianza.
 
Bien dile que le veré después de comer tengo que digerir todo esto.
 
A primera hora de la tarde,  el
comandante Peterson subía las escaleras del edificio donde se realizaban las asambleas políticas y donde el primer ministro tenía su despacho.
 
El ayudante de este acompañó al despacho del primer ministro. Recorrieron un par de pasillos en los que había a cada lado despachos de los diferentes cargos de aquel edificio.

Por fin llegaron al despacho y el ayudante del primer ministro lo anuncio, este le dio el beneplácito y entro en la sala. Una vez dentro el comandante Perterson observo que aparte del primer ministro había otra persona más en la sala.

Por la forma de vestir y los modales refinados Peterson intuía que era alguien de la alta sociedad.

Acérquese Peterson quiero presentarle –Peterson obedeció- Le presento al emperador de Volkoban, su majestad Jonh Charales IV – Perterson en ese momento no sabía si cuadrarse al estilo militar o hacer una reverencia como un simple civil, por lo que el momento clave paso y quedo en un medio amago de cuadre con reverencia.-

Tome asiento comandante –La voz del emperador era fuerte y segura- Nos ya está enterado de lo de la alianza y de cómo se ha llevado a cabo,  pero esto que quede entre estas cuatro paredes – el primer ministro y Peterson asintieron al unísono- , no puedo permitir que mi hermano pequeño sea arrancado de mi tierra por una estúpida alianza.

La noticia cayó como un jarro de agua fría tanto al comandante Peterson como al primer ministro, lo que provoco que la sala se quedara en silencio mientras se digería la noticia.

Nos han informado a nos que mi hermano accedió a que Volkoban tuviera el mando de los tres ejércitos a cambio de que el fuera desterrado a la luna de Suegas donde hay una instalación militar de avanzada de Palatankas.

Una vez respuesto de la impresión de enterarse que el oráculo de Volkoban era el hermano pequeño del emperador, Peterson se rearmo y sin pelos en la lengua hablo.

Pero alteza,  ¿cómo pretendéis romper una alianza que están en papel y firmada por los responsables que se enviaron de los tres imperios? –El tono de Peterson para sorpresa del primer ministro era educado y respetuoso, cosa que no había visto en todo el tiempo que le conocía-.

Esa pregunta esta fuera de lugar comandante, solo puedo decir que si dos de los tres vértices de un triángulo se transforma o desaparecen ya no sería un triángulo ¿no os parece comandante?

Peterson miraba con estupor lo que estaba proponiendo el emperador ya que Volkoban nunca había roto una alianza con tan sucias artimañas, y el emperador vio eso en su cara. –No os preocupes Peterson, nos no es un asesino ni contrata asesinos, solo sabe cómo transformar ciertas cosas para que a nos nos resulte beneficioso.

De momento nos quiere que todo continúe como esta hasta que dé la orden oportuna, en cuanto eso suceda nos quiere que Peterson haga uso del oráculo, el mago y el bardo,  y les patee el culo a esos bichos que han aparecido en nuestro planeta.

La vulgaridad en la última frase del emperador no pasó desapercibida para los dos sujetos, que se levantaron en seguida ya que el emperador se iba-. Ya has oído Peterson debes tenerlo todo listo para cuando su majestad lo ordene.

Mientras tanto en el apartamento de Mcmartin el timbre sonó.  Miro por la mirilla y vio a dos hombres con uniformes oscuros pero de paisano, ante esto Mcmartin suspiro y abrió la puerta.

Por ella paso el emperador que miro alrededor e hizo una mueca de disgusto. –Hermano creo que te valoras poco, con tu posición podrías permitirte algo más, como decirlo, a tu estatus. –El emperador ordeno a sus guardaespaldas que se quedaran fuera y Mcmartin cerró la puerta-.

¿Y qué es lo que su majestad quiere de mí para honrarme con su presencia? –El tono con tintes irónicos y sarcásticos de Mcmartin no pasó desapercibido a su hermano que se giró y se le encaro- Primero recordarte que no eres nadie para auto desterrarte por el bien de mi imperio, te recuerdo que eres el bastardo de mi padre y segundo – hizo una pausa y un gesto para que Mcmartin se sentara-.

Y segundo que no te vas hasta que yo te lo ordene, así que por decreto imperial te quedaras recluido aquí en este cuartucho hasta que yo diga lo contrario.
Mcmartin se sorprendió ante la orden, sabía que su hermano en cierto modo lo odiaba, pero también sabía que ese odio no era hacia él, sino hacia su difunto padre por haberse acostado con una noble de baja alcurnia y haberla dejado embarazada.

Como mi emperador ordene. –Esta vez el tono de Mcmartin era educado y formal, sin ningún tinte de ironía ni sarcasmos como siempre había cuando hablaba con su hermano-.

Y por los dioses cámbiate de casa de una vez – El emperador se levantó y se dirigió a la puerta donde espero que Mcmartin la abriera mientras en su cara se reflejaba una sonrisa entre inocente y picarona-.

Mcmartin se despidió de su hermano y se quedó allí en aquel apartamento de cien metros cuadrados esperando que su hermano le diera la orden de partir y sospechando que algo estaba tramando, ya que lo conocía demasiado bien para saber que aquella sonrisa le traería problemas como siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario